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Tenemos tienda nueva en la ciudad. Primark lleva abierta desde Septiembre en Zaragoza y ésta todavía se encuentra en pleno furor por su apertura. Se encuentra en el centro comercial Plaza Imperial del que os hablé recientemente y puede decirse que ha sido el motor del mismo. Éste se encuentra entre la Feria de Muestras y el aeropuerto, un tanto alejado del centro. En fin de semana está a reventar, pero entre semana está mucho más descongestionado… salvo Primark. Vayas a la hora que vayas siempre hay gente. Es impresionante.
Hasta hace unos meses yo desconocía la existencia de esta tienda. Hasta que unas amigas mías viajaron a Londres y volvieron impresionadas. No hacían más que hablar de esta tienda y no veáis qué alegrón se dieron cuando se enteraron de que la iban a poner en Zaragoza.
Así que en mi visita iniciática a Primark estaba más o menos preparada para lo que me iba a encontrar: unos precios bajísimos, fuera totalmente de lo que es habitual en las tiendas de ropa y una calidad más que aceptable. Lo divertido fue cuando me llevé a mi madre a la que había aleccionado previamente pero sin demasiado éxito, por lo que comprobé.
Yo: “Madre, tenemos que ir a Plaza Imperial que hay una tienda de ropa que está tirada de precio”.
Mi madre: “¿Esa de las bragas? Es que me ha dicho la vecina que había estado en una tienda ahí en la que estaba la ropa interior baratísima”.
Yo: “Sí, mamá, esa misma. Está muy barata, y cuando digo MUY es tremendamente baratisisisisisisima”.
Así que nos cogimos el coche (no queda otra) y nos marchamos a la tienda de las bragas, como dice mi madre. Primark está situada en una de las esquinas del centro comercial, junto a la FNAC. Tiene dos pisos, pero no es especialmente grande… al menos no tanto como le gustaría a todo el mundo.
Diez y media de la mañana de un lunes. El centro, pelado. Cuatro coches en guerrilla en el parking. Los dependientes todavía despertándose como aquel que dice en la mayoría de los comercios, sin prácticamente nada que hacer cuando nos encaminamos al Primark. ¿Y estaba vacío, como el resto? No padre. Los cuatro matados que estábamos en el centro comercial nos encontrábamos todos en la misma tienda. Según me dijo la vigilante de seguridad de la puerta, hasta las 11,30 de la mañana es el único momento en el que se puede respirar, el resto del tiempo está hasta las mismas trancas. ¿Así que es así como está la tienda cuando está sin gente? ¡¡¡¡Dios nos pille confesados!!!
Mi madre apenas entramos empezó a abrir los ojos mucho. Iba de montón en montón y de percha en percha como la que ha visto una aparición de la virgen. Ya sabéis, con cara de Pitita Ridruejo en pleno éxtasis, sólo que en proletario. Yo me moría de la risa porque estaba la pobre mujer en pleno shock. Mi madre, que es lo más sensato que te puedes encontrar, balbuceando por unos precios. Algo inaudito.
Y es que Primark es TERRIBLEMENTE barato. Si yo ya había alucinado cuando pusieron el HM porque suponía una rebaja considerable en el precio medio de tienda de ropa en España, Primark es que ha batido el récord. Me parecía una ganga comprar un pantalón decente por 25 o 30 euros, pero es que en la cadena irlandesa puedes conseguirlos por ¡6! Es que ni en el Rastro, si me apuras.
En la tienda que yo conozco existen secciones de hombre, mujer, niño, bebé y de lencería para todos. Además, hay una zona en la que venden alguna otra cosa con motivo de campañas. Ahora, con la navidad, han puesto adornos navideños en la misma, a precios de risa. Niños y bebés está arriba y el resto abajo. Hay una escalera mecánica interna para poder ir de una planta a otra sin salir de ella.
Entrar en Primark es una experiencia religiosa. Bueno, al menos para los que no nos sale el dinero por las orejas. Supongo que Victoria Beckham opina que ahí huele a ajo y que probablemente sus arrebatos místicos le den cuando entra en sitios de más postín. Pero yo, que llevo la boina calada y tengo un síndrome de Paco Martínez Soria total, como diría una amiga mía, soy muy del pueblo llano. En vez de ir hueca como un pavo real cuando me he comprado algo que cuesta un pastuz, yo me pongo tremendamente contenta cuando encuentro alguna cosa digna y que me ha costado un precio insultantemente barato. En vez de ir inflando los precios al alza, en cuanto doy con un chollo no puedo evitar irlo gritando a los cuatro vientos. Supongo que eso no es lo políticamente correcto, pero a mí me da igual.
Así que entras en Primark y tienes la sensación de haber vuelto a las pesetas. Casi ni me acuerdo de cuando un billete de cinco mil te daba para un montón de cosas, de cuando los cafés costaban 100 ptas. Nos vendieron que un euro era 166,386 pesetas, pero no es verdad. En la práctica, ahora por un euro te compras lo que te comprabas con 100 de las rubias. Y eso con suerte. Con mucha suerte.
Primark, vale, no es equivalente a una calidad suprema. Tú no vas a comprarte ahí el modelazo de la boda del siglo, ni el mejor traje del mundo. Pero desde luego, lo que es evidente es que tampoco es TAN malo. La relación calidad precio de sus prendas es magnífica para mi gusto. No puedes esperar que un pantalón comprado ahí te dure lo mismo y tenga la misma tela que uno que cuesta diez veces más. Sería de locos. Pero resulta sorprendente que haya cosas a precios de risa que sí que son equivalentes a cosas que valen el triple en otros sitios.
Por ejemplo: hace no mucho le compré a mi hija un pichi bastante mono con su camiseta a juego, que se vendía como conjunto. Me costó ¡¡¡8 euros!!!. El pichi de pana, con sus acabados, una cintita de adorno, bien cosido, con forro y la camiseta de un gramaje bastante alto. ¿Lo puedo comparar con cosas de Du Pareil au meme, una tienda de ropa para niños francesa que me apasiona? No. Esta última tienda ofrece un plus de diseño que Primark no tiene. Y eso, yo estoy de acuerdo, se paga. ¿Pero lo puedo comparar con alguna cosa de Zara, de HM y de la mayoría de las tiendas? Sinceramente creo que sí. No es peor de calidad y en cualquier sitio por menos de 20 euros no compras nada.
Idem de lo mismo con la ropa interior. Hay de todo, conjuntos más monos y básicos. Por cinco euros te puedes llevar un sujetador más que decente y además cuenta con la ventaja inmensa de que amén de tener chopotocientos modelos (con aros, sin ellos, con relleno, push up, balconet… lo que quieras), para más inri tienen diez mil tallas y copas. En la mayoría de las tiendas o tienes entre una 85 y una 95 copa B o estás jodida. En Primark hay tantos sujetadores como tipos de pecho, lo que hace que por un precio indecentemente barato puedas llevarte un sujetador que encima te queda perfecto. Las tallas empiezan en la 75 y puedes encontrar un sujetador de la 110 sin excesivos problemas, no como en otros sitios que dicen que los hay y ya puedes buscar, ya…
No creo que Primark sea una tienda como para vestirte en exclusiva en ella, ni mucho menos. Pero sí que viene realmente bien para muchas cosas. Hay cosas en las que no te importa gastarte un poco más de dinero porque son prendas más especiales. Pero hay otras en las que merece la pena gastarte menos y tener más para poder variar. Yo lo noto sobre todo con la ropa de la niña. Cuando los niños son muy pequeños, crecen a velocidades de vértigo y se ensucian con la misma celeridad. Al menos en mi caso me resulta mucho más interesante tener más ropa para poder cambiarla si es menester y darme un respiro con la lavadora. Tengo alguna cosa más especial para los días en que quiero llevarla más mona, pero para la guardería sinceramente me cubica más tener más cambios y más de todo trote. La calidad de la ropa es un poco más accesorio cuando son pequeños, porque cueste ocho u ochenta, se mancha igual y al fin y al cabo crecen antes de que le dé tiempo a la ropa a estropearse. Y si se estropea, prefiero que sea algo que me ha costado dos duros que algo por lo que he empeñado un riñón. Me hace mucho menos duelo.
Me viene especialmente bien para la niña, tanto en la ropa de diario como para todo lo accesorio. Leotardos, ropa interior… esas cosas. Por lo que me cuestan unos leotardos en otro sitio, le compro tres aquí. Y hay en infinidad de colores y modelos. Es alucinante lo que cunde el dinero en Primark. Puedes salir con una bolsa a reventar y haberte gastado la friolera de 20 euros.
La principal pega que tiene es que está siempre lleno hasta la bandera. Y a mí que no me emociona especialmente ir de compras me agobia mucho tal cantidad de gente reunida en un espacio tan reducido. Es de agradecer, sin embargo, que haya un buen número de probadores y que no escatimen con el personal. Nunca he tenido que hacer una fila especialmente larga para pagar porque además de haber siempre un número sorprendentemente alto de cajeras (ha habido veces que he visto hasta a 15 personas cobrando por planta simultáneamente) está organizadísimo. Se hace una única fila y hay un número que indica al primero de la misma a qué cajera tiene que acudir. En función de la cantidad de clientes en caja hay más o menos personas cobrando. Y cuando está lleno hasta las trancas no es infrecuente oír por megafonía que todo el personal debe dirigirse a las cajas para descongestionar la fila.
Otra de las cosas que tiene que está muy bien es que tienen unas cestas para comprar en la entrada, como de redecilla, que se quedan planas al apilarse las unas sobre las otras. Dado que lo habitual es que la gente se lleve varias prendas resulta de lo más cómodo. Y no tener que ir cargándolas como en otros sitios, que se te van escurriendo y vas haciendo malabarismos para poder llegar a tu destino.
Primark tal vez no sea la tienda de vanguardia a la que acudir para comprar la ropa a la última. Tienen cosas bastante sencillas en general. Unas cosas son muy monas, otras son muy normales y algunas directamente tienen un tufillo un pelín hortera. Pero esto pasa hasta en las mejores familias. Primark es una tienda práctica, y es lo que pregona a gritos su decoración, que es austera hasta la extenuación. Pero ¿A quién le importa? ¿Quién pierde el tiempo mirando las paredes cuando los precios te atraen como la miel a las moscas?
Por último, reseñar que las tallas son modelo inglés. Esto implica que vais a encontrar el tallaje destacado según las medidas inglesas (aunque también tiene su equivalencia a talla española un poco más pequeño) pero sobre todo, que hay que pensar que en general son tallas más grandes que las de la ropa española. Por ejemplo mi hija en Zara Kids lleva la talla 4-5 años con 2 que tiene (ya les vale también) y en cambio en Primark todavía utiliza la talla 24 meses. La talla 2 años (que supone pasar a la sección infantil, dejando atrás la de bebé) es tan grande que aún no le vale. Sí, 24 meses son 2 años, diréis, pero es bastante común que haya un salto importante entre ambas en casi todos los sitios.
Primark ahora mismo tiene tiendas en Oviedo, Gijón, Portugalete, Coruña, Cádiz, Murcia, Madrid (5 establecimientos en diversos centros comerciales) y Zaragoza. De momento está implantándose en España, así que tienen mucho margen para el crecimiento. No dudo que ahora que se han decidido a desembarcar en nuestro país van a comenzar a abrir tiendas a porrillo porque allá donde van triunfan. Así que os animo a que si tenéis una tienda cerca os paséis a vivir la experiencia religiosa y si no que le pongáis velas a quien consideréis para que pronto abran una. ¡Menudo invento!
23:03
A Joy Fielding (la autora de este libro) la encontré sin buscarla hace ya unos años. Estaba en la biblioteca pública de mi ciudad husmeando entre la bibliografía de Helen Fielding (la autora de “El diario de Briget Jones”) y me llamó la atención que, justo al lado, se encontraban los libros de una autora con el mismo apellido. “¿Serán hermanas?”, pensé. Por curiosidad, cogí un ejemplar suyo llamado “Secretos peligrosos”. Era un libro de suspense. “Bien, mi género predilecto”. Leí la sinopsis, me pareció interesante, y me lo llevé. Esa noche me dormí a las tres de la madrugada, incapaz de soltar el libro. De hecho, ese libro se ha convertido en un libro de referencia para mí; de los mejores que he leído jamás. Incluso lo compré por Internet después de buscar muchísimo (ya que se encuentra descatalogado). Leí otro libro de la autora (“¡Huye, Jane, huye!”) y me pareció igualmente espectacular. Pensé: “Mira, ya he encontrado una autora a la que profesarle fidelidad”. Cogí el otro libro suyo que tenían en la biblioteca [sólo tienen tres] (“La última pieza”) y fue entonces cuando se pinchó mi burbuja. Era malo y aburrido hasta decir basta. Una decepción en toda regla. No entendía cómo la autora podía haber escrito dos obras maestras para después perpetrar esa aberración de libro. ¿Sería ese libro la excepción que confirmaba la regla o lo serían los dos que había leído anteriormente? Quién sabe… Desde entonces, clasifiqué a esta autora como “Presunta”. Había que andarse con pies de plomo con ella.
==Arriesgando, que es gratis==
Las apariencias engañan. De eso no hay ninguna duda. No podemos dejarnos guiar por ellas aunque es inevitable que las primeras opiniones que nos formamos con respecto a todo se vean condicionadas por lo que vemos a primera vista. Los libros no son ninguna excepción. Yo, particularmente, cuando veo algún libro que (por lo que sea) me llama la atención, lo primero que hago es mirar la sinopsis para ver qué historia me va a ofrecer. Si la sinopsis me gusta, leo las primeras páginas. Si también me gustan, me quedo el libro. En el caso de comprar los libros por Internet sigo el mismo proceso. Lo bueno que tiene la red es que (sobretodo con los libros en inglés) las editoriales ofrecen un extracto del libro en su página Web para que puedas leer las primeras páginas y decidir si te interesa comprarlo. La página Amazon, por ejemplo, a menudo suele ofrecer esta opción también. Y, como todo, a veces sale bien y otras no. Y si hay algo que no soporto es gastarme el dinero en un libro para que después resulte ser una decepción.
Desde hace unos meses estoy apuntada a la página Web “Bookmooch”, lo cual ha venido a suponer el invento del año para muchos lectores empedernidos de bolsillo resentido. Básicamente, se trata de una página web de intercambio de libros: yo pongo en la base de datos los libros que tengo y que ya no quiero y, si alguien quiere uno de esos libros, me lo pide y se lo mando (y viceversa). Así fui a dar con “Grand Avenue”, un libro de Joy Fielding que no se ha publicado en España (de modo que, si a pesar de todo decidís que queréis leerlo, tendréis que hacerlo en inglés). Leí la sinopsis, busqué un extracto por Internet, me pareció interesante y decidí pedírselo a la persona que lo tenía. Total, si resultaba ser una decepción (cosa que ha resultado ser), no perdía nada. Bueno, sí: he perdido un tiempo precioso que podría haber empleado en leer otros libros que tengo en mi mesa esperándome para que les hinque el diente. Pero por lo menos mi bolsillo no lo ha notado porque no ha tenido que desembolsar ni un euro por él. Eso sí: la sensación de que la autora me ha estafado no me la quita nadie.
==Grand Avenue (o cómo vender el pescado rancio del lunes pasado)==
“Grand Avenue” es un libro ‘‘‘TRAMPOSO’’’ y, para explicar el modo en el que miente, hay un ejemplo que le viene como anillo al dedo. Hay una técnica de ventas que usan muchos programas de televisión cuando saben que ese día van muy flojos de contenidos pero quieren tener audiencia. ¿En qué consiste? En algo muy sencillo y efectivo: al inicio del programa ponen un “gancho” a la audiencia, anunciando una gran exclusiva o alguna noticia bomba que (aseguran) van a sorprender a los espectadores. Muchas veces dicha noticia resulta ser una tomadura de pelo, pero ellos ya han tenido audiencia durante todo el programa, han computado y, por lo tanto, han hecho caja y buenos resultados. Y eso es, precisamente, lo que ha hecho Joy Fielding en este libro: poner un cebo al inicio para que los incautos lectores muerdan el anzuelo. Y lo ha hecho con premeditación y alevosía, siendo muy consciente de que lo que está al final de ese anzuelo es una tomadura de pelo en toda regla. Es como cuando te compras un disco porque te gusta el single promocional y descubres que el resto de canciones no tienen nada que ver con dicha canción y que son puro relleno.
El libro cuenta la historia de cuatro mujeres que viven en un acomodado barrio de Cincinnatti y que forman un cuarteto de amigas inseparables. El libro empieza con una introducción en la que una de ellas (la narradora misteriosa que no se nos desvela hasta el final) está visionando un vídeo de hace 23 años en el que salen las cuatro amigas, risueñas y felices, a la vez que intenta encontrar una explicación a lo que pasó. Nos desvela que, ‘‘‘de las cuatro amigas, dos están muertas [una de ellas asesinada brutalmente] y que la otra resultó ser una traidora’’’. Y con este gancho ha conseguido la autora que me leyera un tostón de novela de 392 páginas de duración (con letra pequeña) que, de no haber sido por la premisa inicial, hubiera dejado antes de llegar a la mitad. En esta ocasión Joy miente a sus lectores de la manera más ruin posible en un libro de inicio tramposo y resolución igualmente fraudulenta. Porque cuando por fin llegan la tan anunciada muerte violenta, la traición y la muerte de la tercera amiga resultan ser una tomadura de pelo tan grande como cuando te das cuenta de que te han dado gato por liebre.
==Desarrollo==
La novela se desarrolla a modo de historias cruzadas. Nos cuenta las historias de cuatro mujeres, residentes en el mismo barrio, todas casadas con hombres adinerados, que llevan una vida [aparentemente] confortable. El marco temporal del libro abarca más de una década, durante la cual iremos siendo testigos de las vivencias de las cuatro mujeres además del devenir de los acontecimientos.
Por un lado tenemos a ‘‘‘Chris’’’, una mujer maltratada a la que su marido va anulando poco a poco hasta tenerla sometida por completo. Es, de lejos, el personaje más interesante de todos ya que es el único que tiene una historia que ofrecer. Su marido, Tony, es un personaje que resulta odioso pero a la vez fascinante por la manera en que la autora lo ha construido y por la manera en que va ejerciendo su poder. Tanto él como el personaje de Chris forman un tándem literariamente muy interesante y reflejan muy bien la situación que se vive en los casos de malos tratos [sean del tipo que sean] y todas las vertientes que de ellos se derivan: la sensación de poder y superioridad, la volatilidad de la promesa del “no volverá a pasar”, la bipolaridad del “te quiero y te maltrato por tu bien”, el miedo, la sensación de indefensión y vulnerabilidad, la irracional sensación de culpa por parte de la víctima, el síndrome de Estocolmo, la sensación de estar en una jaula… A nivel argumental, son los que más tienen que aportar y los únicos que interesan como personajes.
‘‘‘Barbara’’’ es una mujer que vive obsesionada con la belleza física e intenta, por todos los medios, frenar el paso del tiempo. Vive de recuerdos, de cuando era una joven de belleza exuberante que le valió el segundo puesto en el certamen de belleza de “Miss Cincinnatti”. Está casada con un guapo profesor universitario y vive en constante tensión ante el miedo de que su marido la deje por una de sus jóvenes alumnas (cosa que, al final, pasa). Es una mujer totalmente superficial, nada cultivada a nivel intelectual, a la que sólo le preocupan las cosas materiales y el aspecto exterior: vive obsesionada con la cirugía plástica y con mantenerse joven, incapaz de asumir que el tiempo pasa.
‘‘‘Susan’’’ tiene un matrimonio feliz y una vida apacible. Ha decidido sacarse una carrera universitaria después de la maternidad ya que quiere que su vida no se vea reducida sólo a cuidar de su casa y de su familia. La carrera le sirve para encontrar trabajo en una editorial en la cual tendrá problemas de flirteo con un jefe que derivarán en acoso sexual. Tiene que lidiar con una hija rebelde y encontrar el precario punto de equilibrio para compaginar la vida familiar con la profesional.
Por último está ‘‘‘Vicki’’’, una abogada casada con un magnate del mundo editorial muchísimo mayor que ella. En un principio, es la única mujer de las cuatro que trabaja fuera de casa. Es muy liberal y no duda en tener escarceos con otros hombres. En la vida y en el trabajo es una mujer de armas tomar, además de una gran materialista. Quiere vivir bien y no duda en pisar a quien tenga que pisar para conseguir lo que quiere.
==¿Por qué el libro no funciona?==
* Joy Fielding es una autora capaz de dar muchísimo más de sí de lo que da en esta pueril novela. Es una novela muy poco sólida que falla a la hora de desarrollar una historia interesante y dar al lector la adrenalina que busca. Cuando leo un libro de Joy Fielding quiero leer un libro de suspense de los que ella sabe hacer, quiero quedarme pegada al libro y ser incapaz de soltarlo, quiero estar en tensión y tener curiosidad por saber qué va a pasar, quiero un misterio de los que enganchan, quiero un libro en el que las páginas ardan al leerlas, quiero un personaje con el que me pueda identificar y con el que pueda vivir todo lo que pasa en la historia. Nada de esto lo he encontrado en este libro. El único motivo por el cual fui capaz de leerlo entero fue por el “cebo publicitario” de la introducción en el que la autora promete, mediante uno de los personajes, que habrá un gran misterio por resolver. Pero es que éste es ‘‘‘sumamente decepcionante’’’.
* El recurso de esconder a la narradora no aporta nada al libro. La autora es, en ese sentido, muy pretenciosa. Cree que ocultando a la mujer que nos cuenta la historia añade algún elemento sorpresa al libro, pero no es así en absoluto. Es irrelevante y no le añade más carga de suspense en ningún momento. Por otra parte, es incoherente y supone un enorme gazapo a la hora de desarrollar la historia. La novela está narrada en tercera persona, a modo de narrador omnisciente que lo sabe todo de los personajes. Pero, si la narradora es una de las cuatro mujeres, ¿cómo puede saberlo todo de todos? ¿Cómo puede describirnos con todo lujo de detalles lo que pasa en la vida de todas durante el tiempo que transcurre desde el principio hasta el final? Por otra parte, habla de ella misma también en tercera persona, cambiando a veces a la primera persona del singular. ¿¿??
* Hay momentos en los que, como lector, confundes a los personajes y te cuesta ponerte en situación. Es algo con lo que se tiene que ir con mucho cuidado cuando se quiere contar una historia cruzada en la que intervienen tantos personajes. El autor tiene que ser un auténtico maestro a la hora de diferenciar a los personajes, dotarlos de una personalidad propia y hacer que estén muy diferenciados los unos de los otros. Aquí, los únicos que no dan lugar a dudas son Chris (la mujer maltratada) y su marido. Los otros, conducen a la confusión en muchas ocasiones porque, además de tener rasgos de personalidad parecidos, no tienen historias argumentales lo suficientemente interesantes y con el suficiente peso como para quedar perfectamente definidas y diferenciadas. Por si fuera poco, entran en juego también los maridos y los hijos, con lo cual aquello acaba siendo un batiburrillo de personajes que lían al lector (Tracey, Montana, Wyatt, Ariel, Kirsten…). No obstante, y en defensa de Joy Fielding, debo decir que todavía no he conseguido encontrar a ninguna autora que lo haga tan mal como Mary Higgins Clark: la reina en crear historias imposibles de 50.000 personajes en las que el asesino acaba siendo un personaje irrelevante del que ni te acordabas.
* La única historia que interesa es la de Chris y Toni (la mujer maltratada y su marido). Es la única que tiene una trama lo suficientemente sólida como para desarrollarla y dotarla de profundidad. Es interesante ver cómo va cambiando y evolucionando la pareja, la relación con sus hijos, cómo cada vez todo se vuelve más terrible, cómo Chris cada vez es más esclava de su marido. Hay momentos en los que te dan ganas de saltarte el resto de historias para leer sólo ésta, porque es la única que provoca algo en el espectador. El resto son aburridísimas: no interesa nada tragarse más de 250 páginas en las que las mujeres van a la universidad, van a cenar con su marido, van al gimnasio, etc. Este tipo de ‘‘‘escenas de la vida cotidiana deben usarse como complemento a la trama de un personaje, jamás como trama en sí mismas’’’ porque no interesan ni aportan nada. A los lectores nos gusta conocer a los personajes, sí. De hecho, en “Secretos peligrosos” (otro libro de la misma autora) también somos partícipes de la vida cotidiana de Jess (la protagonista). Vemos cómo cena, cómo va al trabajo, cómo descansa en el sofá, cómo se prepara un café… pero nos interesa porque sirve de complemento a una trama principal sólida y a un personaje protagonista con mucho carisma: sirve para configurar su mundo. De lo contrario, estas escenas, por sí solas, no sirven de nada.
* Cuando por fin llegan los tan anunciados y esperados acontecimientos determinantes del libro (cosa que no sucede hasta la página 295) son una decepción absoluta. Tanto la “muerte en crueles circunstancias” como la persona responsable de la misma resultan ser absurdísimas, la muerte de la otra mujer (de la que no tendremos constancia hasta las últimas páginas de libro) no tiene nada de interesante y la tal traición resulta ser una soberana tontería. Lo peor de todo es que está narrado de forma muy pretenciosa, como si Joy Fielding creyera que con este final ha hecho algo magistral y ha dejado a los lectores con la boca abierta. Me la puedo imaginar escribiendo el libro, agazapada encima del teclado del ordenador, con una sonrisa maliciosa y pensando: “Ya verás, ya, voy a terminar el libro con un desenlace súper original e inesperado. Los voy a dejar de pasta de moniato”. Pues no, Joy, no. El desenlace es inesperado y sorprende al lector, sí. ¡¡Pero por lo absurdo que es!!
* Este libro no tiene ni una pizca de suspense. Así como en “Secretos peligrosos” o “¡Huye, Jane, huye!” el lector se sentía envuelto por un halo de angustia y peligro durante todo el libro, en “Grand Avenue” no hay nada que te ponga en tensión (tan sólo las escenas entre Chris y Toni, pero no porque sean misteriosas o de suspense, sino porque sufres por la chica). El libro es de un desarrollo lentísimo y aburridísimo; se hace muy cuesta arriba y dan ganas de dejarlo para ir a leer cosas más interesantes. Repito: el único aliciente para seguir leyendo y tragarse este tostón es la curiosidad por saber quién muere y quién es la tal traidora (aliciente que al final decepciona terriblemente). Pero es que durante 295 páginas no pasa absolutamente nada interesante. Es como sentarse a mirar cómo se seca una pared. Aburridísimo.
==Valoración==
Es un libro que no recomiendo en absoluto. Otra pifia garrafal de Joy Fielding que parece moverse dentro de parámetros extremos y no tener término medio. O escribe libros excelentes (“Secretos Peligrosos”, “¡Huye, Jane, huye!”) o libros muy malos (“La última pieza”, “Grand Avenue”). Menos mal que no pagué por este libro, porque hubiera sido un dinero muy mal invertido. De hecho, lo he vuelto a poner en circulación y está en mi inventario de Bookmooch porque no tengo interés en guardarlo. Tengo libros de la misma autora en mi estantería que le dan mil vueltas. No vale la pena, en serio. Hay opciones muchísimo mejores.
==Datos editoriales==
Título: Grand Avenue.
Autora: Joy Fielding.
Lengua de publicación: Inglés.
Año de publicación: 2001.
ISBN: 0-7434-0707-5.
Formato: Tapa dura.
Editorial: Pocket Books.
Lugar de edición: Estados Unidos.
Nº de páginas: 392.
Precio: desconocido.
En una sociedad tan sumamente competitiva y materialista como la actual, libros como éste suponen un interesante análisis y reflexión sobre la obsesión enfermiza que parece haberse instalado en los hogares de la clase media-alta occidental en su afán por llegar a la cima de la pirámide social, cueste lo que cueste y pagando peajes (con frecuencia) muy elevados. "The Over-Scheduled child" supone un magnífico análisis al respecto: un libro que examina la mentalidad actual y nos muestra una visión muy instructiva de aquello en lo que nos podemos convertir si no tomamos las medidas necesarias para evitarlo. No es un libro de autoayuda y tampoco lo pretende; simplemente nos muestra la verdad que no queremos ver e intenta darnos un toque de atención para que, como mínimo, reflexionemos sobre la insana manera de vivir que nos hemos auto-impuesto.
A quien pueda interesar
Los autores realizan su análisis centrándose en cómo los padres de hoy inculcan a sus hijos la competitividad y obsesión por el éxito ya desde la cuna y de una forma (a menudo) enfermiza. Así pues, en principio es un libro pensado para aquellas personas que tengan hijos (o vayan a tenerlos en breve) y/o se reconozcan en los síntomas del problema que expone el libro. No obstante, no es una tesis centrada única y exclusivamente en el mundo del niño sino que analiza también el mundo de los adultos. Es más un "análisis sociológico" que un libro exclusivamente de puericultura (por eso es tan interesante, porque hace un análisis global de la sociedad). No es necesario ser padres para disfrutar de este libro aunque, evidentemente, se sobreentiende que la mayoría de gente que se acerque al libro lo serán. Pero se puede disfrutar enormemente sin necesidad de tener descendencia (y, para muestra, un botón).
El segmento social al que va dirigido y desde el que está escrito es la clase media y la clase alta. Puede ser leído por gente de cualquier estrato social, evidentemente, pero las inquietudes y estilo de vida que se plasman en el libro corresponden a la clase media-alta, con un nivel cultural de la misma categoría. Algo a tener en cuenta es que está escrito desde un punto de vista estadounidense. No supone ningún choque de culturas con la sociedad europea, aunque hay momentos puntuales en los que salen a relucir rasgos del "sueño americano" que aquí nos quedan un poco lejos. El libro fue escrito en 1999 pero, a pesar de tener casi una década de antigüedad y de que el mundo ha cambiado muchísimo desde entonces, el enfoque y contenido del libro siguen siendo perfectamente válidos y no acusan en absoluto el paso del tiempo.
Está estructurado en 10 capítulos al principio de los cuales se nos muestran varios ejemplos reales de personas que incurren en los "errores" de los que trata el capítulo en cuestión. El lenguaje es muy accesible y, la narración, muy fluida. No he tenido en absoluto la sensación de estar leyendo un manual académico de psicología escrito por profesionales que saben mucho del tema pero no saben explicarlo de un modo entendible para el lector (algo que sí que me ha pasado con otros libros del estilo). Aquí no hay ni datos estadísticos, ni gráficos, ni parrafadas científicas, ni escritura farragosa ni nada que no sea accesible para el común de los mortales. No hay, por así decirlo, perogrulladas imposibles de entender para el lector medio. Está escrito de una forma muy accesible para todo el mundo y, de hecho, yo lo considero un libro de lectura necesaria.
Sinopsis
La versión que yo he comprado está en inglés y lleva por título "The over-scheduled child: avoiding the hyper-parenting trap", pero también está publicado en español bajo el título "La hiperescolarización de los niños: las actividades extraescolares, una presión añadida para tus hijos". Personalmente, no me gusta el título con el que se ha traducido al español porque no respeta el original y porque da una idea errónea de su contenido. El libro habla de la hiperescolarización y el exceso de actividades extraescolares, sí: pero no se centra únicamente en eso sino que aborda muchos otros temas. El título en inglés da una idea mucho más certera de lo que vamos a encontrar en el libro, que vendría a ser: "Los niños sobresaturados; cómo evitar caer en el hiperparentismo". Y es que, precisamente, de eso trata el libro.
El "hiperparentismo" se da cuando los padres controlan todos y cada uno de los aspectos de la vida de sus hijos con el fin de que triunfen en la vida y sean lo número uno en todo, poniendo un énfasis obsesivo en cada detalle por minúsculo que sea creyendo que es de vital importancia. Este tipo de padres (que suelen tener la máxima de que "el ganador es el primero y, el segundo, es un perdedor") estresan a sus hijos atiborrándoles de actividades extraescolares, sobresaturándolos de responsabilidades, exagerando cada pequeño evento de la vida e impidiéndoles disfrutar de lo que hacen. Los padres suelen vivir en un estado permanente de insatisfacción porque marcan a sus hijos unas metas muy altas y unos estándares de vida muy difíciles de conseguir. Estos padres, además, suelen tener una idea del éxito y el fracaso muy radical (además de una tolerancia muy baja a la frustración), lo cual les proporciona todavía más insatisfacción.
Contenido, reflexiones y temas abordados
Resumir un libro como éste desde una simple crítica literaria es poco menos que imposible. Es un libro que abarca muchos temas y, si bien tiene hilo conductor central, no se puede sintetizar igual que una novela. Es un libro para leer con un lápiz en la mano y subrayar aquellas ideas que nos parecen más relevantes. Y, a partir de las notas que yo he tomado durante su lectura y las ideas que he destacado, es como intentaré dar cuatro pinceladas de su contenido para que los posibles lectores puedan decidir si les interesa leerlo o no.
* La influencia de los medios de comunicación: Las desgracias han existido (y existirán) siempre; lo que ha cambiado es la repercusión que tienen en nuestras vidas. Los informativos y programas de actualidad nos bombardean constantemente con desgracias y tragedias. La parrilla televisiva está plagada de informativos y programas que, en vez de informar, lo que hacen es aterrorizar valiéndose de noticias impactantes, morbosas y, cuanto más terribles, mejor que inducen a pensar: "¡Qué horror de mundo!". Y sí, el mundo es un lugar horrible, pero los medios son los que se encargan de magnificarlo todo y generando una sensación de pánico. Nosotros, frente a eso, activamos nuestro mecanismo de defensa, que se basa en el "A mí no me puede pasar; algo habrá hecho esa persona si le ha pasado eso". Queremos y necesitamos pensar que las desgracias no son arbitrarias y que podemos hacer algo por evitarlas. Queremos creer (y la publicidad y el marketing se encargan de ello) que podemos comprar la seguridad. Y, como muy acertadamente dice el libro, el dinero te proporciona seguridad financiera para afrontar las desgracias, pero no te libra de ellas. Por otra parte, los medios nos venden una imagen de la vida ideal que mucha gente cree que se puede conseguir. Las series de televisión, los anuncios, las películas, las revistas del corazón, etc. nos bombardean constantemente con imágenes ideales de gente que parecen vivir en un continuo anuncio de cereales: hijos perfectos, rubios, guapos, amas de casa con cocinas relucientes esperando a su atractivo marido (un hombre de negocios triunfador) con un bizcocho recién horneado, una sonrisa reluciente y un pelo de anuncio; chicas que, recién levantadas, están guapísimas y desayunan en una cocina que hace juego con su pijama y su tazón de leche, escenas familiares bucólicas en las que todo es de color de rosa, etc. Incluso cuando nos quieren mostrar una escena dramática, ésta es estéticamente preciosa. Todo eso es sólo un espejismo pero, ¿cuánta gente no se siente frustrada porque su vida no es como en los anuncios?
* Obsesión por la perfección: ¿Cuántos padres no están obsesionados con tener unos hijos dignos de anuncio Kellogs? Los medios de comunicación nos dicen una y otra vez que la perfección es posible, y muchos padres creen que pueden conseguirla cambiando todo aquello de sus hijos que no les gusta. Ahora aceptarse a uno mismo ya no se lleva, lo que se valora es la perfección y se están creando generaciones de niños objeto a los que se intenta modelar ya desde que son pequeños. Los padres con hiperparentismo quieren que sus hijos sean perfectos (y para ese fin, justifican cualquier medio). Y la mayoría, en el fondo, saben que están ejerciendo una presión insana en sus hijos y aún así no cejan en su empeño porque quieren que su hijo sea el "elegido" que sobresalga entre la multitud. Ser normal se considera fracasar, de lo que se trata es de ser no sólo el mejor, sino mejor que los demás ¿Realmente esto una buena forma de vivir? No, porque siempre vivirás actuando de cara a la galería y sufriendo porque hay alguien que llega más alto que tú. Como bien dice el libro: Hemos perdido la noción de la línea que separa el comportamiento responsable del control fanático. Los autores dejan claro que la infancia es un estado de transición, de cambios… es, por así decirlo, un ensayo. El problema es que muchos padres se lo toman como el examen final.
* Niños sobresaturados: En su obsesión por tener hijos triunfadores, muchos padres se exceden y los apuntan a todas las actividades extraescolares que su agenda les permite. No es raro ver a niños con unos horarios dignos de un director de multinacional. Los autores dejan claro que, si un niño necesita clases de repaso o de inglés, evidentemente que tiene que recibirlas. Una ayuda no es mala en absoluto. Y si hay niños que quieren hacerlo todo y pueden con todo, adelante. Pero que atiborrarlos de actividades extraescolares creyendo que así están comprando más boletos para que les toque la lotería de ser triunfadores es una concepción errónea. Hay niños que tienen unas agendas que provocan estrés sólo de escucharlas. Sus padres, más que como padres, actúan como managers: "los lunes, al salir del colegio, toca esto. El martes y el jueves esto otro. Los miércoles y viernes, esta otra cosa". Sin olvidar, por supuesto, que al llegar a casa toca hacer los deberes. El problema es que muchos padres creen que apuntando a sus hijos a todas las actividades extraescolares posibles (piano, ballet, inglés, francés, alemán, fútbol, clases de pintura, repaso académico, etc, etc, etc.) les están garantizando un futuro lleno de éxitos y eso no es verdad. El destino es impredecible y muchísimas cosas pueden torcerse y no salir como habíamos planeado. ¿En serio creen los padres que un logro o fracaso académico a los 9 años determina y sella el futuro? En absoluto. Muchos de ellos tranquilizan su conciencia con el pretexto del "Lo hago por su bien", "Sólo quiero lo mejor para él", "De esta manera aprenderá a organizarse mejor el tiempo". Pues no. Nada de eso es verdad. Los autores insisten en que no hacer nada no significa perder el tiempo. Si es que incluso hay academias que ofrecen clases de inglés para niños de ¡¡¡MESES!!!. ¿No nos estamos volviendo un poco locos?
* Let kids be kids: otro punto en el que el libro pone especial énfasis y que va ligado a la idea del hiperparentismo: deja que los niños sean niños. En su obsesión por asegurarse de que sus hijos son "pequeños genios", muchos padres se exceden y controlan cada detalle de la vida de sus hijos sin dejarlos ejercer como niños. No les dejan ni jugar a su aire: antes, se desarrollaba mucho la imaginación. Ahora, no. Los juguetes lo hacen todo y son auténticos diseños científicos concebidos por especialistas. Los padres "hiperparentivos" viven aterrorizados por si sus hijos no triunfan en la vida y el marketing se aprovecha de ello. Los autores lo denominan "la técnica del miedo". Y otra vez nos ilustran con ejemplos de todo lo que podemos encontrar en el mercado para que los bebés que ni siquiera andan todavía empiecen su desarrollo intelectual (¡vaya a ser que fracasen en la vida porque no les han comprado el juguete que estimula el hemisferio derecho!). Con un sarcasmo delicioso los autores nos muestran cómo todas estas cosas impiden que los niños sean niños: muchas veces, en vez de jugar, parece que estén trabajando (a menudo con los padres al lado controlando el juego: "Venga, ahora diferenciaremos texturas, ahora reconoceremos formas, ahora trabajaremos la cognición, después la psicomotricidad"). Y sí, la temprana estimulación es buena, pero ¿realmente es necesario agobiar a los niños de esta forma? Los padres duermen tranquilos pensando que sus hijos de dos años ven vídeos educativos pero la realidad es que no sirven de nada. Los autores dejan clarísimo que daño no les hace, pero tampoco los hace más listos. ¿Alguien se acuerda de lo que veía a los 3 años en la tele o de los vídeos infantiles que le ponía su madre?
* Objetos, objetos y más objetos: antes, los niños eran percibidos como un bien económico. Ayudaban en casa y suponían mano de obra, además de ingresos familiares. Ahora es al contrario: los hijos suponen un gasto. Todo el mundo se lleva las manos a la cabeza ante los datos de lo que cuesta criar a un hijo, pero ¿alguien se ha parado a pensar la cantidad de gastos inútiles que van incluidos en el recuento? Los padres son un blanco facilísimo y la publicidad lo sabe: los machaca constantemente con cosas que no necesitan pero que los incitan a comprar y gastar para garantizar que sus hijos tengan una vida de pequeños príncipes (cuando, en realidad, los niños necesitan muy pocos accesorios [muchas veces juegan con la caja en la que venía el juguete]). Cita ejemplos de auténticas chorradas absurdas (concebidas únicamente para que la gente se gaste el dinero) que los padres compran a sus hijos pensando que eso los hará ser más listos y estar más protegidos: carritos de bebé con todo tipo de lujos, instrumentos electrónicos para medir la temperatura del agua de la bañera, arneses de seguridad para la cuna, vasos "evolutivos" para la transición del biberón al baso, baberos específicos, juguetes de desarrollo, etc. Una auténtica locura.
* Vivir a través de otros: Los hijos se han convertido, casi, en trofeos. En un mundo tan competitivo y tan ostentoso como el nuestro, los hijos son la vía que mucha usa para sentirse realizada. Los autores hacen especial hincapié en un punto que me parece interesantísimo: Los hijos no son responsables de los sueños frustrados de sus padres. Por desgracia, muchos padres proyectan sus frustraciones en sus hijos e intentan "usar su vida" para poder cumplir los sueños que no han podido cumplir en la suya propia. No dejan que sus hijos vivan su propia vida, sino que los obligan a vivir la vida que hubieran querido para ellos mismos. Son padres que viven a través de sus hijos y los exhiben como trofeos que acreditan sus triunfos como padres. Un frasco de sus hijos es percibido como un fracaso suyo. Los autores recalcan el hecho de los adultos ya han tenido su infancia, y no deberían intentar vivirla otra vez por medio de sus hijos.
* El culto a las celebridades y las aspiraciones inalcanzables: Vivimos en un mundo que rinde culto a celebridades y triunfadores. Son considerados dioses, la gente los admira y sueña en ser como ellos: son ídolos. Tener ídolos, ambiciones y aspiraciones no es malo en absoluto (puede ser una motivación para hacer algo de provecho). El problema viene cuando se tienen aspiraciones estratosféricas (y todo lo que esté por debajo de ellas se considera un fracaso) o cuando se convierte en ídolos a gente que no ha hecho nada por merecerlo. La definición de "éxito" es totalmente subjetiva y depende de la percepción que cada uno tengamos de ella. Debemos tener claras nuestras prioridades y decidir si, por llegar a la meta que nos hemos propuesto, vale la pena el precio que tendremos que pagar y lo que tendremos que sacrificar. Si te ofrecieran un puesto de directivo, con un sueldazo impresionante, sabiendo que serías la envidia de los vecinos pero ello supusiera renunciar a tener tiempo libre para ti y asumir una responsabilidad enorme que te provocara una gran cantidad de estrés, ¿lo aceptarías? ¿O preferirías seguir con tu puesto de administrativo con un suelo modesto pero durmiendo tranquilo por la noche? Todos los padres quieren que sus hijos triunfen en la vida. De hecho, todos queremos triunfar y sobresalir. Y es algo legítimo y comprensible. El problema viene cuando nos obsesionamos con ello y adoptamos la actitud de "triunfar a toda costa". Y todavía es peor cuando nuestra definición del éxito es "ser mejor que los demás". La realidad es que, la mayoría de gente, confunde éxito con reconocimiento. Y, en realidad, lo que la mayoría quiere es reconocimiento, adulación, la primera página en el periódico, ser la envidia del vecindario. Y los autores recalcan que, cuando te centras en la recompensa que tendrás al conseguir la meta (adulación), no disfrutas del proceso. Vivimos en una sociedad que tiene a los triunfadores en un pedestal, pero no tiene en cuenta que muchos de ellos son juguetes rotos y que no vemos lo que pasa a puerta cerrada. Muchos de ellos son terriblemente infelices y han tenido que pagar un precio muy alto. Como bien dicen los autores, si el éxito y el dinero garantizaran la felicidad, las biografías de los ricos y famosos no serían ni la mitad de interesantes.
* Lo que realmente importa: Damos tanta importancia a lo material y estamos tan obsesionados con llegar a la cumbre social que nos hemos olvidado de lo verdaderamente importante. Los autores plantean este tema desde un punto de partida muy simple. Para ellos, si tienes salud, puedes darte con un canto en los dientes de felicidad. Pero, con demasiada frecuencia, es algo que no valoramos en absoluto. Estamos demasiado ocupados intentando escalar la montaña del éxito. Los niños de hoy van sobresaturados de actividades; sus padres quieren que sean los mejores en todo, que triunfen, que sean estrellas, quieren presumir de hijo, poder decir que se sienten orgullosos… Pero, ¿es que el orgullo por los hijos es proporcional a sus logros? En un capítulo del libro hay una especie de "test" muy interesante para que veamos cuáles son nuestras prioridades. Los autores dicen que ser una buena persona no significa, necesariamente, llegar a la cima. Y pregunta directamente a la gente qué es lo que es preferible: ser una buena persona que ayuda a los abuelos del vecindario, que dedica sus esfuerzos a la causa de los animales abandonados, que es voluntaria en el hospital sin tener el reconocimiento de la gente o ser un triunfador endiosado y egocéntrico al que todo el mundo aclama y admira por lo lejos que ha llegado. ¿Por qué algunos padres no se conforman con que sus hijos sean buenas personas anónimas? El libro plantea que es mejor que los padres dediquen tiempo a sus hijos para inculcarles buenos valores a que los aparquen en 1000 actividades extraescolares para cultivar sus sueños de fama, fortuna y adulación.
Valoración
A grandes rasgos, esto es lo que ofrece este libro. Evidentemente, en unas pocas páginas no se puede plasmar todo el contenido porque ya he dicho que es difícil de resumir por el gran abanico de temas que toca. Se tiene que leer para disfrutarlo. Me ha gustado mucho porque no es pretencioso: no intenta ser una guía didáctica de pautas sobre cómo educar a los niños (de hecho, el libro habla de la excesiva dependencia que tienen muchos padres con los manuales y profesionales de la infancia). Es un libro que, aunque parezca que sólo puede interesar a las personas con hijos, es interesante de leer también por aquellas que no los tengan porque hace un análisis social muy interesante, además de generar debate. Otro punto a favor es que no contiene moralina: los padres que lo lean no se sentirán como si los autores los estuvieran señalando con el dedo y les estuvieran diciendo: "¡¡Tú, mala madre!! ¡¡Estás estresando a tu hijo!!". El libro parte de la base de que todos los padres quieren lo mejor para sus hijos y lo hacen todo con las mejoers intenciones; simplemente da unos consejos y analiza la situación, para que cada persona se quede con aquello que más le interesa. Una lectura totalmente recomendable. Hay más libros en el mercado que tratan los temas que trata éste, sí; pero "The Over-scheduled Child" es, de lejos, el mejor que he visto hasta la fecha.
Datos editoriales
[Mi edición, en inglés y la más barata]
Título: The Over-scheduled child: avoiding the hyper-parenting trap.
Autores: Alvin Rosenfeld & Nicole Wise
Idioma: Inglés
Editorial: St. Martin's Griffin.
ISBN: 0-312-26339-2
Nº de páginas: 263
Formato: tapa blanda
Precio: 0.30 libras esterlinas (en Internet está tirado de precio)
[En castellano]
Título: La Hiperescolarización de Los Niños: Las Actividades Extraescolares, una Presión Añadida para Tus Hijos.
Autores: Alvin Rosenfeld & Nicole Wise
ISBN 10: 8449312817
ISBN 13: 9788449312816
Editorial: Ediciones Paidós Iberica, S.A.
Fecha de publicación: 2002
Encuadernación: Tapa dura
Precio: 15 €
Todavía guardo por casa una vieja cinta de vhs en la que apenas se puede ver parte de la competición en gimnasia artística de los juegos de Seúl. Corría el año 1988 y ya estaba completamente loca por este deporte. Mi primer recuerdo, sin embargo, se remonta a 1984, cuando yo tenía apenas 8 años y pude ver a Mary Lou Retton en las olimpiadas de Los Ángeles. Desde entonces me he convertido en espectadora ocasional (puesto que en este país es realmente complicado ver una competición de este deporte y prácticamente tienes que esperar de olimpiada en olimpiada para verlo). Me gusta mucho la gimnasia artística, y sin ser, ni de lejos, una experta sí que tengo el ojo algo entrenado y me gusta ver y leer lo que puedo sobre él.
Creo que uno de los motivos por los que me gusta tanto este deporte es porque me parece tremendamente difícil e infravalorado lo que hacen las personas que se dedican a él. Cuando yo era cría, hacía, como muchas de las niñas españolas, gimnasia rítmica. Pero tengo la sensación de que me pasé gran parte de mi infancia cabeza abajo haciendo palomas, pinos y cosas por el estilo. Era simplemente una diversión y yo simplemente pasaba el rato. Pero sí que cada vez que teníamos la ocasión en el gimnasio donde entrenábamos jugábamos a hacer figuras sobre las manos. Me parecía complicadísimo, pero no paraba de intentarlo. Nunca pasé de ser un paquete, ni lo pretendí realmente, pero me quedaba y me quedo boca abierta cada vez que veo a alguien volar por los aires como si fuera tan sencillo como decir hola.
Entre mis recuerdos se cuentan las olimpiadas de Atlanta. Han pasado unos cuantos años, pero hay cosas que no se olvidan. Y entre ellas está esa competición por lo emocionante que estuvo. No me acordaba de quién ganó, ni de los ejercicios, pero me acuerdo como si fuera ayer de dos personas del equipo de los Estados Unidos, que ni siquiera eran las mejores. Una, Kerri Strug se cayó aparatosísimamente del potro, lesionándose la pierna. Tuvo que subir a recoger la medalla conseguida por su equipo casi llevada a hombros por sus compañeros y su entrenador, Bela Karolyi, toda una institución en el mundo de la gimnasia.
La otra persona de la que me acuerdo es Dominique Moceanu. Cómo no acordarme. Era una niña de 14 años, algo que jamás va a volver a darse porque después de Atlanta prohibieron a las gimnastas menores de 16 años (pueden tener 15 sólo en caso de que cumplan los 16 ese año) que participasen. Dominique tenía 14, pero aparentaba 10. No sé cuánto medía, pero aproximadamente en torno al 1,40 de estatura ¡era muy pequeñita! Dominique era una promesa de la gimnasia pese a su corta edad y me sorprendió el modo en el que afrontó la competición. Sin embargo lo que más recuerdo fue la sensación de que la trataron fatal cuando falló por dos veces en la competición. Una de ellas en la competición por equipos, cuando se cayó por dos veces consecutivas en el salto y otra, la más aparatosa, en la final de la barra de equilibrios.
Esa caída fue horrorosa. He buscado el vídeo para refrescar la memoria y he podido observar con horror una vez más como la pobre niña se caía de cabeza desde una considerable altura. Para los que no sepáis cómo es una barra de equilibrios, u os hagáis a la idea de lo difícil que puede llegar a ser un ejercicio encima de ella, la barra mide cinco metros de largo por apenas 10 centímetros de ancho. Apenas cabe un pie y sobre ella, a más de 1,20 metros de altura sobre el suelo, con el eje de gravedad completamente desplazado las gimnastas desarrollan un ejercicio de unos 90 segundos en el que practican todo tipo de acrobacias. Para muchas de ellas, es el ejercicio más odiado porque requiere una técnica muy depurada y es probablemente el más peligroso. De ahí se cayó Dominique, con lo que podéis imaginar que el porrazo fue considerable. No sé qué me asustó más, si el golpe, que fue considerable o el desdén que ya entonces percibí por parte de su entrenador Bela Karolyi. He intentado buscar el ejercicio y sobre todo, los acontecimientos que le siguieron, pero no he podido. Así que tendré que fiarme de mis sensaciones.
Os cuento todo esto porque doce años más tarde me ha vuelto a venir a la memoria Dominique y los acontecimientos de Atlanta con motivo de las Olimpiadas de este año. Hace poco os conté sobre Bookmooch, la comunidad de intercambio de libros en la que estoy. Pues bien, tuve oportunidad de hacerme con este libro y lo hice puesto que quería saber más sobre esta chica, de la que no se volvió a saber más.
== El libro ==
Realmente el libro fue escrito justo antes de que Dominique marchase a las Olimpiadas, de manera, que se deja la parte quizás más interesante de su vida, que fue la post-olimpiada y los años subsiguientes. Pero sí que tiene su aquel porque fue escrito en plena vorágine, cuando Dominique era sólo una cría. Es curiosísimo navegar en la red y oír la voz adulta de la Moceanu, que es de todo menos conformista. Se desdice de muchas de las cosas que escribió en el libro porque aquello acabó como el rosario de la aurora. No cabe duda de que es mucho más interesante el discurso adulto de la gimnasta porque no tiene ningún tipo de pelos en la lengua y no se ha cortado un pelo en poner de manifiesto el lado más oscuro de la gimnasia artística de élite.
Lo que se puede encontrar en él (escrito, supuestamente, por una preadolescente de 14 años, no lo olvidemos) es la historia de Dominique Moceanu cuando era una niña prodigio de la gimnasia.
Dominique narra como el máximo sueño de sus padres, dos exgimnastas rumanos exiliados en los Estados Unidos, era tener una hija gimnasta de élite. Dominique fue dirigida desde que era bebé hacia esa meta. Ella en el libro lo cuenta con alegría, pero yo lo leía sobrecogida. Con tres años fue presentada a Karolyi, que había sido el entrenador de Nadia Comaneci y de Mary-Lou Retton, así como de otras gimnastas de élite como Kim Zmeskal o Betty Okino para que la entrenase. Éste declinó entrenarla, pero le dijo a su padre que si a los 8-9 años seguía siendo una promesa lo haría.
Así que Dominique comenzó a entrenar siendo un pedugo en Florida. Como un juego, sí, pero dirigida por sus padres, sobre todo por su progenitor, que aspiraba a que su hija consiguiera los triunfos que no terminó de lograr él. Y con 8 años volvieron a Karolyi y comenzó a entrenar con él.
El tono con el que habla Moceanu de Karolyi es de profunda admiración. De hecho, es él quien prologa el libro y seguro que estaba hueco como un pavo cuando leyó las palabras de la niña hacia él. Dominique cuenta que Karolyi tenía un enorme gimnasio en Houston donde entrenaba a un montón de niñas. La mayor aspiración de todas era entrenar en el gimnasio azul, donde practicaban las gimnastas de élite. La vida de Dominique durante esos años, que son toda su infancia, son duros durísimos. Sorprende leer como asumía con normalidad jornadas maratonianas de estudio en el colegio y posteriormente ocho horas de gimnasio. Al final tuvo que estudiar por correspondencia porque era imposible dedicarle el mismo tiempo al estudio y al entrenamiento. Jornadas en las que los músculos dolían, las rutinas se repetían sin descanso un día tras otro sin apenas descanso.
Era sólo una niña. Cuenta con naturalidad como hubo un momento en que se levantaba agotada porque incluso durmiendo practicaba sin cesar sus ejercicios. Tuvo que darse unas ligeras vacaciones (un día a la semana, ya veis) en las que salía a pasear y trataba de desconectar. Mientras, no podía.
Lo más interesante del libro no es lo que cuenta (si bien, por ejemplo explica muy bien cuál es el funcionamiento de las competiciones, el modo en el que selecciona a las gimnastas para formar parte del equipo olímpico, o cómo se desarrollaba un día normal para ella) sino más bien lo que no cuenta. Es un libro para leer entre líneas, sabiendo lo que pasó a posteriori. Da la sensación de que es una persona casi con síndrome de Estocolmo, puesto que durante ese tiempo, no hacía más que relativizar las cosas, los sufrimientos, los dolores y el estrés psicológico. Era lo que se esperaba de ella, y ella trataba de agradar a todo el mundo, convencida de que era lo que tenía que hacer.
Si se lee sin saber nada más, casi parece un cuento de hadas, en el que todo es perfecto. Sólo conociendo qué pasó a continuación se entiende la verdadera dimensión de sus palabras y se puede leer entre líneas. Porque Dominique Moceanu creció y habló de todo lo que se puede entrever en el libro.
== Y qué pasó ==
Dominique Moceanu es ahora una mujer casada. Tiene 27 años, una hija de dos años y está embarazada de su segundo bebé. Su marido es médico, aunque practicó la gimnasia de manera profesional como ella, de manera que la entiende perfectamente. No sé cuánto mide ahora mismo, supongo que habrá crecido algo más, pero en lo que se nota una gran diferencia es en su madurez.
Sigue ligada a la gimnasia, aunque a tiempo parcial. Es un deporte que ama, y mi sensación es de que precisamente su amor por la gimnasia es lo que ha hecho que denuncie las cosas que no le gustan. No ha tenido ningún problema en criticar cuestiones sobre ese mundo que no sólo a ella, sino a muchos nos disgustan.
En el libro habla con verdadera adoración de su padre y de sus entrenadores. Hoy su discurso ha cambiado de manera radical. Habla pestes de Bela Karolyi y de su mujer Marta, que formaba un tándem inseparable con él. Y no me extraña.
Dominique pasaba más tiempo en el gimnasio que en otro sitio. Entrenaba sin parar y las personas que allí trabajaban eran casi parte de su familia. Cualquier decepción por parte de otras personas la hubiese encajado de otra manera, pero me da la sensación de que ella no pudo perdonar a sus entrenadores cuando la trataron tan mal después de Atlanta. Y es que los Karolyi eran extremadamente competitivos. Cuando sus gimnastas triunfaban, las llevaban en palmitas, pero en el momento en que comenzaba su declive o que fallaban, se volvían hacia ellas con una crueldad extrema. Cuando tenía 14 años Dominique no lo decía, pero con veintitantos sí. Y ha contado que habiendo sufrido horrorosas caídas ellos no habían creído su dolor y la habían obligado a seguir trabajando. Al final fue una lesión importante la que tuvo. Creo que se sintió utilizada y eso ella no lo llevaba nada mal. Mientras estuvo metida en la vorágine de la competición no fue capaz de racionalizarlo, pero cuando vinieron las vacas flacas lo hizo y Dominique tuvo que crecer.
Es curioso porque en el libro se percibe que Dominique era una persona muy trabajadora y constante. Relativiza todos los esfuerzos. Ella quería conseguir una meta y se aplicaba a ello con todas sus fuerzas. Tampoco da la sensación de ser una persona quejica en absoluto. Así que me puedo imaginar lo que tuvo que pasar.
Por otro lado, otra de las cosas que llaman la atención es el modo en el que el libro están tratados los desórdenes alimenticios. Cuenta lo que comía, que se percibe como francamente insuficiente para una persona que está practicando ejercicio físico de ese modo, y lo justifica. Habla de que cuando eran días especiales se permitía comer un poco fuera de la dieta… y ese poco lo cifra en un par de galletas, dos bocados de algo. Con los años, Moceanu directamente habla de anorexia y de mala alimentación. Dice directamente que los Karolyi lo fomentaban. Y viendo sus escuálidos cuerpos, me lo creo.
Otra de las personas que más le decepcionó fue su padre. En el libro habla con adoración de él. Sin embargo, sólo pasarían tres años para que Dominique, con 17, pidiera la emancipación. Al parecer su padre se quedaba con gran parte de sus ingresos y la explotaba. Los tribunales le dieron la razón y Dominique vivió independiente desde entonces. Aún así, fue noticia varias veces en esos años porque tuvo que denunciar a su padre por acoso. Tenía miedo ya que se presentaba en su apartamento y la seguía, cuando tenía una orden incluso de alejamiento.
Todas estas cosas, así como las lesiones hicieron que Dominique no volviera a competir en las Olimpiadas, algo que podía haber hecho perfectamente con 20 años. Su compañera de las “Siete magníficas” (como se apodó al equipo que consiguió el oro olímpico) Dominique Dawes, por ejemplo, compitió en tres juegos olímpicos. Tres juegos es algo rarísimo, pero dos son bastante más viables, sobre todo teniendo en cuenta que en sus primeros juegos tenía sólo 14 años.
No es de extrañar que tuviera que crecer tan deprisa.
Hoy Moceanu habla con excepcional lucidez del mundo de la gimnasia. Como entrenadora aboga por tratar a las niñas como personas (y no sometiéndolas a maltrato psicológico como hicieron con ella). Vigila la dieta de sus alumnas para que no caigan en los desórdenes alimenticios que sufrió ella. Habla de que la gimnasia tiene muchas cosas positivas, como la fortaleza de carácter, el espíritu de sacrificio y la constancia, pero dice que no se puede poner el deporte por encima de las personas y que resulta mucho más productivo estimular a la gente que jugar a hundirla cuando hacen algo mal. Dice que no le importaría que su hija se dedicara a la gimnasia, pero que trataría de no caer en los mismos errores que su padre. Al parecer actualmente el padre de Moceanu sufre una enfermedad terminal y ella se ha medio reconciliado con él. Con los Karolyi sigue la guerra abierta y no se corta un pelo en criticarlos. Es más, está muy dolida con algunas de sus compañeras por no denunciar algunas de las cosas que vivieron y enmascarar los acontecimientos. Yo la creo.
== Concluyendo ==
Mi visión sobre la gimnasia es bastante parecida a la de Moceanu. Todo deporte de élite requiere una serie de sacrificios, eso es evidente, pero no a cualquier costa. Me quedé alucinada en su día cuando vi la extraordinaria competitividad de este mundo en su persona. Es lícito querer ganar, pero no a costa de destrozar a crías (porque no son más que niñas) y hundirlas en la miseria cuando fracasan. La labor de un entrenador debería ser la de trabajar con ellas de una manera sana para que hagan lo mejor posible las cosas y para que no fallen, pero si esto sucede, estar a las duras y a las maduras. Bastante presión tienen sobre sus hombros. Bastante culpables se sienten ellas cuando fracasan. Me parece terriblemente cruel darles la espalda cuando más lo necesitan.
El libro no es un imprescindible. Esto es cierto. Y más si se lee sin saber nada más. Pero es un documento interesante cuando se tiene más información. Sirve para conocer por dentro cómo viven y sienten el momento, cuál es su discurso cuando están en la cresta de la ola. Nadie mejor que las propias gimnastas para contarnos cómo se vive en un mundo tan competitivo, cómo se creen lo que les dicen y lo asumen como propio. Lo han mamado. No han conocido otra cosa.
Y después de leer historias como ésta, de un deporte en el que se cobra una miseria y se trabaja un montón, alucinas cuando oyes a futbolistas quejarse porque están cansados….
P.D. Si alguien tiene interés en conocer el libro lo voy a colgar en bookmooch para que quien quiera pueda leerlo. Eso sí, está en inglés, pero dado que está escrito por una niña de 14 años se lee sin absolutamente ninguna dificultad
22:24
Sí. Ha pasado. Al final he caído en la tentación llamada "El niño con el pijama de rayas"; uno de los fenómenos literarios del año. La novela que se ha convertido (para mal y horror de muchos) en superventas, encaramándose a las cimas de las listas mundiales de "los libros más vendidos". Después de estar durante meses en la resistencia, al final he sucumbido a sus encantos. A pesar de ser una novela muy mediática a la cual crítica y público ponían por las nubes y cuya lectura era calificada como "indispensable" para niños y no tan niños, yo me resistía a leerla porque no creía que fuera a ser de mi agrado. Gran error que, por suerte, ha quedado subsanado.
Mi encuentro con "El niño con el pijama de rayas" se produjo de forma casual y fue Internet quien lo propició. A pesar de no interesarme de un modo especial, lo cierto es que este libro sí que acabó despertando mi curiosidad a causa del eco mediático, así que aproveché la oportunidad que me brindó Internet para echarle "un vistazo" (no tenía intención de leerlo; tan sólo quería ver qué era lo que había provocado semejante revuelo). Asemejo mi experiencia con este libro al hecho de comer snacks de bolsa: sólo quieres un par, pero acabas devorando la bolsa entera. Lo mismo me pasó a mí con esta novela: me acerqué a ella de forma reticente, con la intención de leer sólo las primeras páginas para ver el despropósito que los más críticos decían que era… y ya no pude parar. Me atrapó de tal manera que, a la mañana siguiente, tuve que ir a la tienda a comprarla para poderla leer en formato papel (odio el soporte electrónico) e incluirla en mi estantería, que la llamaba a gritos. Mi escepticismo inicial venía dado por varios motivos: [Uno] Iba con una noción preconcebida de que sería un libro que buscaba la lágrima fácil valiéndose de un hecho como el Holocausto. [Dos] En los últimos meses he comprado algunos libros de éxito internacional que me han decepcionado enormemente y tenía la sensación de que éste sería otro de ellos. Errar es humano, ¿no?
El que un libro venda millones de copias a lo largo y ancho del planeta no supone para mí ningún reparo a la hora de decidir leerlo. No obstante, para mucha gente eso es un obstáculo insalvable. Ahora lo que está de moda es arrugar la nariz ante los éxitos rotundos, sujetarlos con la punta de los dedos y el brazo estirado como si fueran un par de calcetines sucios y decir aquello de "Uy no, no. Yo es que odio leer lo que lee todo el mundo. Además, este libro es súper comercial y no es más que un producto de marketing. Y ya ves tú, toda la masa borreguil se ha lanzado en picado a leerlo. Lo que me fastidia es que haya gente que lo único que lee son los prospectos de los medicamentos y que, de golpe, se haya lanzado de cabeza con este libro y ya se piense que ha leído alta literatura. Pues no. Es un libro malísimo de una calidad bajísima y una escritura súper pueril, oye. La muchedumbre tiene el gusto atrofiado y devora la carnaza que le lanzan sin ningún tipo de criterio, por eso adoran este libro tan nimio y fútil. Yo leo a PerogrullenVonPedanterie y su 'Tratado sobre la negrura del alma humana en la sociedad actual'. ¡Eso sí que es cultura, y no este libro!".
Lo hicieron con Dan Brown y "El código Da Vinci" y lo han hecho también con "El niño del pijama de rayas". Si fuera un libro de éxito imperceptible que hubieran leído cuatro gatos, estos mismos que lo pisotean serían los primeros en calificarlo como "libro de culto; lectura alternativa que conmueve desde lo más profundo con un estilo narrativo adultamente infantil plagado de sutilezas ocultas entre líneas para ahondar en los rincones más oscuros del ser humano". Pero claro… ¡es un best-seller! ¡Horror! (Lo que no saben ellos es que ir de alternativo también es una moda, mal que les pese). En fin: cada uno con lo suyo. Yo sólo puedo decir que "El niño con el pijama de rayas" me ha encantado y me ha parecido uno de los libros más deliciosos que he leído en mucho tiempo.
Sinopsis
Para decidir si un libro del que no tenemos ninguna referencia previa es de nuestro interés, lo primero que hacemos es ir a la cubierta trasera en busca de una sinopsis que nos dé una idea general de la trama argumental que vamos a encontrar en sus páginas. En el caso de este libro lo primero que llama la atención al ir en busca de su sinopsis es que no la tiene. En el lugar en el que debería estar incluida nos encontramos una nota del editor dirigiéndose a nosotros en las que nos advierte de la importancia de adentrarnos en la lectura del libro siendo "vírgenes", sin tener ninguna idea del argumento. La única indicación que nos da sobre la trama es que cuenta la historia de Bruno, un niño que se muda con su familia a una casa que está justo al lado de una cerca.
A estas alturas, debido al "boca-oído" y al alboroto mediático, no creo que quede nadie que se acerque a este libro sin tener ni idea de su argumento. Esto no supone un gran problema ya que la lectura de la novela sigue resultando deliciosa; no obstante, alguien que se inicie en su lectura estando totalmente "en blanco" va a tener el factor sorpresa argumental que una persona informada del quid de la cuestión no va a tener. De todas formas, es un factor nimio que no desluce en absoluto la esencia de esta gran novela.
El argumento es de una simpleza cautivadora: Bruno, un niño de 9 años, es hijo de nazis y no lo sabe. Cuando su padre es ascendido a comandante del campo de concentración de Auswitch, la familia abandona (junto a sus sirvientes) su Berlín natal para trasladarse allí. Bruno se siente muy solo en ese lugar porque no hay niños con los que jugar sino soldados por todas partes. En el exterior de su casa, donde acaba el jardín, hay una enorme valla de alambre de espino al otro lado de la cual hay un campo de concentración. Un día, indagando, Bruno encuentra a un niño en un lugar apartado al otro lado de la valla con el que traba una amistad que se prolongará a lo largo de un año.
Pequeño gran cuento para adultos
Una de las críticas más frecuentes que ha recibido "El niño con el pijama de rayas" es la de ser un pueril libro para niños que, gracias a una estupenda campaña de marketing y al esnobismo generalizado, ha conseguido venderse como una novela para adultos cuando en realidad no es más que un libro que debería pertenecer a la serie naranja de "El barco de vapor". Y precisamente por eso me acerqué a él con prejuicios: porque no soporto que se atribuya a algo (o a alguien) cualidades que no tiene ni que se distorsione la realidad a base de convencer con falacias al imaginario colectivo. Ya se sabe que una mentira, repetida muchas veces, acaba siendo verdad. En el caso de este libro mis prejuicios se cayeron como un castillo de naipes pasados los primeros capítulos. Cuando empiezas a leer este libro piensas que, efectivamente, es un libro para niños que bien podría pertenecer a cualquier línea editorial infantil. El estilo narrativo, la semántica, las expresiones, el vocabulario… todo en este libro está impregnado del aire que tienen las novelas para niños. Pero, a medida que vas leyendo, te vas dando cuenta de la compleja aparente sencillez que esconde este libro.
Discrepo completamente con la crítica de que sea un libro infantil mal escrito y mal llevado a la práctica. Yo lo defino como un cuento para adultos que PUEDE ser leído por niños mayores y que TIENE QUE ser leído por adolescentes y adultos. El estilo narrativo es infantil porque lo que persigue es que el lector vea la historia contada a través de los ojos de un niño. La narración de los hechos está hecha en tercera persona pero plasmando siempre los pensamientos del niño Bruno, de modo que se usa un estilo muy simple que, irremediablemente, recuerda a las novelas para niños. El golpe de efecto que se busca es, precisamente, ése: que el lector sea consciente en todo momento de que la realidad que se le cuenta está tamizada en la perspectiva de un niño de nueve años. ¿Eso es sinónimo de mala calidad literaria? En absoluto. Escribir un libro para niños conlleva mucha más dificultad de lo que la gente cree.
Yo no creo que sea, en absoluto, un libro indicado para niños. Si bien un niño de (pongamos) nueve años podría leerlo sin problemas [no presenta una estructura argumental ni un estilo narrativo complicados], no podría disfrutar del maravilloso ejercicio que supone su lectura. ¿Por qué? Por una razón muy simple: este libro lleva implícito un claro mensaje a gritos: ¡¡¡Lee entre líneas!!!. Veo muy improbable que un niño tenga la capacidad y el bagaje educativo necesarios para poder leer lo que esta novela dice entre líneas (que es MUCHÍSIMO; los espacios de los renglones están llenos de información), con lo cual se perderá este estupendo juego de espejos. Dudo mucho que un niño sepa qué fue el Holocausto, qué fue Auswitch, o quién fue Hitler (al cual el niño del libro llama "El furias" y describe como "Un señor bajito, con bigote, que va acompañado de una rubia más alta que él"). ¿Creéis que un niño sería capaz de interpretar este tipo de guiños y medias tintas? Yo no.
Y es que es ahí donde radica uno de los muchos encantos de esta novela: los adultos la leemos desde nuestra perspectiva de adultos pero viendo la historia a través de la inocente ignorancia de un niño; con la particularidad de que nosotros tenemos un bagaje que nos permite captar todos los guiños, metáforas, sutilezas, los silencios, lo dicho a medias, las frases inacabadas, lo no descrito… Nosotros sí que vemos la crueldad de lo que se relata y entendemos a qué hace referencia el autor, a pesar de que en ningún momento el libro describe escenas explícitas. Sabemos a qué se refiere el autor cuando deja las frases a medias sin llegar a describir minuciosamente lo que se ve. Donde el niño ve gente en pijama, nosotros vemos prisioneros. Donde el niño ve casitas, nosotros vemos un campo de concentración. Pero es porque nuestra imaginación y condición de adultos entienden lo que pasa sin necesidad de que se diga de forma explícita, en cambio un niño no puede hacer el ejercicio de leer desde la doble perspectiva. Los adultos podemos ponernos en el plano de los niños, pero ellos no pueden hacer lo propio con el plano adulto. Su perspectiva es unidireccional, la nuestra es bidireccional: de ahí viene nuestra ventaja a la hora de leer esta novela.
Un niño que lea esto se quedará, simplemente, con la historia de un niño que habla con otro niño que lleva un pijama de rayas. Comprenderá el libro pero no lo entenderá. Es, por poner un ejemplo, como el caso de "Mafalda": la leíamos de pequeños y nos encantaba pero, ¿realmente entendíamos algo? Nosotros creíamos que sí. Ahora, pasados los años y al volverla a leer, nos damos cuenta de que no entendíamos NADA. Es ahora, de adultos, cuando captamos el verdadero sentido porque nuestra perspectiva de adultos nos permite leer entre líneas y captar las metáforas. Un niño, por mucho que se le trate como a un adulto (y este libro lo hace), sigue siendo un niño con una perspectiva evidentemente infantil.
El horror visto desde la óptica de la inocencia
Este es un libro que yo incluiría en los planes de estudio del sistema educativo de todos los países porque lo considero un libro NECESARIO e IMPRESCINDIBLE. Entre otras cosas, este libro habla de la empatía (o de la carencia de ella). ¿No es ése uno de los grandes males de nuestro tiempo? Si miramos a nuestro alrededor veremos su carencia en todas partes: crueldad con los animales, ataques contra los que no se pueden defender, acoso escolar, mobbing laboral, burlas y mofas contra los que tienen alguna discapacidad, jóvenes irrespetuosos con los mayores y con el mundo que les rodea… ¿No veis en esto una terrible incapacidad de "ponerse en los zapatos del otro"? Pues de eso trata el libro. Mientras a ti no te afecta alguna injusticia, parece que no existe. Puedes ser responsable activo o pasivo, pero mientras todo esté bien en tu casa, ¿para qué mojarte? Pero, ¿qué pasa cuando lo que creías lejos y ajeno a ti viene y te da un bofetón de realidad? El libro es un claro análisis de este tema, es por eso por lo que creo que debería ser obligatorio en los planes de estudio a la edad de (aproximadamente) trece años. Antes, no. Pero considero que es un libro necesario.
Otro de los puntos fuertes de este libro es que, a pesar de estar escrito en formato infantil, no trata a los posibles lectores infantiles como niños sino como pequeños adultos. Desmitifica por completo el esquema cándido e ingenuo de "al final todo acaba bien". No. En este libro no esperéis encontrar un "y vivieron felices para siempre". La historia que cuenta y la naturaleza de la misma no dan cabida a este tipo de final. El desenlace (¡el tan comentado desenlace!) te deja helado; es duro sin mostrar nada pero obligando a sobreentenderlo todo y supone un soplo de realidad: en la vida no todo tiene siempre un final feliz y tampoco lo tiene este libro, por muy "cuento infantil" que sea. Es por eso que está dirigido a adultos y a adolescentes a partir de 13 años (tal como reza la contraportada del libro): porque un niño no entendería el final; sería incapaz de leer entre líneas (algo indispensable en todo el libro pero, sobretodo, en el final) y se quedaría con la lectura superficial. Y este libro, con una lectura superficial, pierde todo su significado.
A lo largo de la novela vamos siendo testigos de las vivencias de Bruno durante el año que pasa en Auswitch, de la amistad que traba con Schmuel (el niño de la valla) y de cómo se cuestiona lo que ve y lo interpreta a su manera. Una interpretación infantil, por supuesto. Porque no hay que olvidar que uno de los encantos de este libro es ver una historia de adultos a través de los ojos inocentes de un niño, de su perspectiva carente de bagaje para ser consciente de la tamaña maldad de lo que tiene ante sus ojos. Contado a modo de fábula, el libro arranca sonrisas involuntarias al leer las interpretaciones que hace Bruno de aquello que le rodea. Hay momentos duros que ponen la carne de gallina no porque lo cuentan sino por lo que se sobreentiende (porque, repito: no hay NADA explícito en este libro sino que es la mente del lector la que descifra los enigmas). Cuando leí los dos últimos capítulos y cerré el libro me di cuenta de que me temblaban las manos, sobretodo por las últimas frases (magistrales): un claro dardo envenenado y un clarísimo toque de atención para los ciudadanos del mundo de hoy en día. Es como si el autor te dijera: "Cuidado… vamos camino de cometer los mismos errores del pasado porque no hemos aprendido NADA de él". El pasado que lejos, sí, pero nada le impide volver en forma de presente.
Es un libro que se lee muy rápido: es corto y la letra grande, con un estilo muy ágil que mantiene el interés y hace que la historia fluya sin perder fuelle. Vamos siendo testigos de momentos puntuales de la vida de Bruno, aquellos más significativos, siempre con la mirada inocente del niño y la pluma irónica del escritor. Un retrato de la Alemania nazi y del Holocausto presentado de una forma magistral. Es interesante ver las diferentes perspectivas del Holocausto: el niño del campo de concentración ve un horror que no entiende, Bruno ve el horror pero no lo percibe como tal (porque desconoce la naturaleza de lo que sucede delante de sus ojos) y, sus mentores (padres, maestros, etc.), ven una defensa a ultranza de su patria, un amor por su país cuyo bienestar se ve amenazado por un colectivo de gente que son percibidos como enemigos de su patria, gente que destrozará todo aquello por lo que los nacionales han luchado y la gloriosa nación que han construído. (¿No os suena de nada esta situación? ¿No os parece de rabiosa actualidad?).
La verdadera perfección debe ser imperfecta
Otra de las críticas que ha recibido este libro es que está lleno de imprecisiones históricas y de hechos surrealistas. Sí: es cierto. Pero, ¿qué libro infantil no lo está? Mientras que para algunos esas imprecisiones y licencias libres son sacrilegios imperdonables, para mí son "pecata minuta". Lo que importa aquí es la historia, el desarrollo, cómo nos conmueve lo que vemos, que el libro nos haga reflexionar, aprender de los errores del pasado, etc. De modo que: ¿qué importa que el autor se haya tomado ciertas licencias a la hora de consumar la historia? Al final del libro tienes la sensación de haberte llenado de la historia, de haberte saciado literariamente y de haber reflexionado sobre lo importante. ¿No es eso suficiente?
No obstante, sí que percibí pequeños "fallos" que, en conjunto y dada la grandeza del libro, no son tales.
• El final: no sé si fue porque todo el mundo hacía referencia a él o porque lo intuí, pero el caso es que el final (según mi opinión) se ve venir. En concreto, por dos momentos específicos del libro (uno más al principio y el otro más en el último trozo): esas dos escenas y la manera de enfocarlas me hicieron prever el desenlace. Así que… sí: el final se ve venir. De todas formas, te deja igualmente helado cuando llega por la manera de representarlo y entregarlo al lector y porque es un colofón final apoteósico.
• Durante gran parte del libro, Bruno se reúne con Schmuel (el niño con el "pijama de rayas") en un punto concreto de la valla al que Schmuel ha conseguido llegar aprovechando la falta de vigilancia militar en una zona del campo de concentración. Los dos críos se reúnen allí cada tarde a la misma hora. Esto me pareció un poco surrealista. ¿Es realmente factible que un niño burle la vigilancia militar durante UN AÑO ENTERO para reunirse con un amigo en un punto concreto de la valla cada día a la misma hora EN UN SITIO COMO AUSWITCH? ¿Y PRECISAMENTE en un punto en el que la verja de alambre de espino está mal sujetada por debajo? Realmente, no. Pero eran una situación y escenario necesarios para poder montar y desarrollar la historia, así que queda más que perdonado y no entorpece ni desluce en absoluto la historia.
• El exceso de inocencia: Bruno, el niño a través del cual se nos narra la historia, tiene la inocencia de un niño de nueve años que todavía no ha sido pervertido ni corrompido por la crueldad atroz del mundo real. Esta inocencia y dulce ignorancia eran necesarias para contar la historia de la manera en que está contada, aunque muchas veces se aprecia un exceso de inocencia. ¿Cómo puede ser que, en la Alemania nazi, un niño alemán no sepa lo que es un judío [se supone que su educación escolar incluye el antisemitismo y la superioridad de la raza aria], quién es el führer, qué es un campo de concentración, no reconozca a un prisionero y no se dé cuenta de que su propio padre es un comandante nazi? Es poco verosímil, aunque un vehículo necesario para contar la historia. Los personajes están estereotipados, sí: los malos son muy malos y los buenos muy buenos. Pero para darle a la historia el enfoque que se le quería dar, tenía que ser así (en las películas para niños los malos son muy feos y los buenos muy guapos; en literatura se usa el mismo recurso pero substituyendo el físico por la personalidad).
¿Recomendado?
Totalmente. Un libro excelente. Yo fui muy reticente a leerlo y me alegro horrores de que la casualidad me llevara a él, porque me habría perdido una gran obra. Un "must" para tener en todas las casas de lectores empedernidos o familias con hijos. Repito: debería ser lectura obligatoria, en especial con la tontería que tenemos encima en la sociedad del malestar actual en la que nadie está contento ni valora lo que tiene. Totalmente recomendable: una experiencia literaria indispensable.
Datos editoriales
ISBN 13: 978-84-9838-079-8
ISBN 10: 84-9838-079-0
Título: El niño con el pijama de rayas
Autor: John Boyne
Lengua de publicación: Castellano
Publicación: Publicaciones y Ediciones Salamandra, S.A.
Descripción: 224 p
Precio: 12 €
Adoro esta serie. Y eso que llegué a ella sin tener absolutamente ninguna referencia. Últimamente estoy bastante enganchada al canal Fox (¡bendita televisión por cable! ) y si bien antes mi canal de referencia era cuatro, en el momento en que he tenido televisión de pago me he pasado de cabeza a esta cadena. Me encantan las series y actualmente la Fox es la cadena que mejor programación tiene en este sentido.
Como digo, la primera vez que vi Eli Stone (Jueves, 21.30 en la Fox, pero creo que también la están poniendo en Antena3) me enfrenté a ella sin ningún tipo de prejuicio. Y el balance en los capítulos que llevan emitidos (aproximadamente la mitad de la primera temporada) es más que positivo. Reconozco que estoy deseando que llegue el jueves para tener mi ración semanal de Eli.
“Eli Stone” es en esencia una serie de abogados, pero por su estilo estaría más cerca de Ally McBeal que de una serie más clásica tipo La Ley de los Ángeles. Por coincidencias de la vida a continuación emiten en la Fox Boston Legal, otra serie de abogados en la que la cordura brilla por su ausencia. Dos estilos, que dan lugar a dos series bastante diferentes, pero igualmente interesantes.
== ELI STONE ==
Eli Stone (Johnny Lee Miller) es un abogado que parece haber llegado a lo más alto en su vida. Trabaja para un bufete de renombre, encadena un éxito tras otro y está a punto de casarse con la guapísima Taylor Wethersby (Natasha Henstridge), hija para más señas de uno de los socios del bufete para el que trabaja. Jordan Wethersby (Victor Garber) es además de su jefe y su futuro suegro, su mentor y ambos tienen una relación personal muy cercana.
Pero el estable mundo de Eli Stone parece venirse abajo cuando de repente, sin previo aviso comienza a tener visiones. Y no unas visiones cualquiera. En el estado de catarsis en el que se queda se le aparece nada más y nada menos que George Michael cantándole “Faith”, con unos números musicales de lo más vívido. Huelga decir que cuando Eli despierta de su ensoñamiento todo el mundo le mira con una cara rarísima.
Esto le hace acudir a su hermano Nate (Matt Lescher), que es neurólogo para más señas. Y le diagnostican un extraño aneurisma inoperable en una recóndita parte del cerebro. Algo genético, y que al parecer también tenía su padre, al que toda la vida habían creído un borracho e inconsciente. Al parecer, su padre, ya fallecido, también tenía esas mismas visiones y eso le acarreó ser un incomprendido toda la vida.
Eli Stone tiene entonces que replantearse su vida pues parece claro que las visiones ya no van a desaparecer. El aneurisma es inoperable, sí, pero tampoco es que la muerte le aceche en cada esquina. Puede morir de eso en cualquier momento, pero tal vez no. En todo caso es evidente que tiene que empezar a vivir con su dolencia.
Al principio intenta mantener en secreto su dolencia. Únicamente están enterados su secretaria, la cáustica Patti (Loretta Devine), su prometida Taylor y su hermano. Es Patti quien le insta a acudir a un acupuntor chino, el Dr. Chen (James Saito). Junto con él, que resulta que es bastante americano pero que exagera su acento chino y sus manierismos para ganar clientela, descubrirá que todo parece formar parte de un plan divino puesto que todas las visiones en el fondo tienen un sentido. Pero ¡cuán complicado resulta discernirlo!
== EL REPARTO ==
Una de las cosas que llama la atención cuando estás viendo la serie es la cantidad de actores conocidos que hay. No son grandes estrellas ninguno, con una prestigiosa carrera en el cine que les haga ser un reclamo para la pantalla grande, pero sí que son todos gente muy solvente y a los que nos hemos hartado de ver en la televisión en series de bastante éxito.
Así, encontramos a Victor Garber, padre de Jennifer Garner en ALIAS, Tom Amandes, el Dr. Abbott de EVERWOOD, Loretta Devine, Adele Webber en ANATOMÍA DE GREY, Natasha Henstridge de SUPERESPÍAS y SEÑORA PRESIDENTA (Commander in chief, serie que ha ganado algún emmy que otro) o Julie Gonzalo, Parker Lee en VERONICA MARS. Cuando ves la serie tienes la sensación de que has visto a casi todos en algún sitio antes. Son gente que hace personajes secundarios con una solvencia fuera de toda duda.
Como curiosidad, Johnny Lee Miller, el protagonista, que para mí era el más desconocido de todos, es sorprendentemente el primer marido de Angelina Jolie, a.k.a. Nines. Me cuesta creer que nuestra Angelina en su etapa pre-Brad y antes de haber mutado en madre naturaleza pudiera haber estado casada con un tipo como éste, que se aleja bastante de Billy Bob Thornton, su ex más conocido.
En todo caso, llama la atención lo bien que solventan la papeleta de sus papeles todos. Eli Stone es una serie complicada puesto que les exige actitudes muy diferentes. Por un lado está la interpretación de sus personajes en estado normal, cada uno con lo suyo y de tintes más bien dramáticos y por otro lado están los momentos de las visiones en las que se exigen unas cualidades interpretativas bastante distintas, pues a menudo cantan, bailan y se les ve en definitiva mucho más despendolados. Resulta muy curioso de ver, sobre todo con a los personajes más centrados en esta otra faceta. La primera vez que vi a Tom Amandes y a Victor Garber vestidos de blanco y cantando como dos lindas flores casi me caigo de culo, acostumbrada como estoy a verles en personajes más bien introspectivos y huraños.
== ¿COMEDIA O DRAMA? ==
Resulta bastante complicado establecer la línea que separa a ambos géneros en la pantalla. Es una serie que oscila entre ambos, con lo difícil que es y que lo hace bien.
A priori podría ser una comedia por el planteamiento de la trama. Un abogado que en mitad de sus juicios tiene visiones en las que sale gente cantando y bailando no resulta a priori demasiado serio. Pero en la realidad no está tan llevado al extremo. La comicidad que puede producirse en estos momentos se suele ver atajada rápidamente por la situación que se vive a continuación.
Y es que a diferencia de Ally McBeal, serie a la que quizás se parece más, Eli Stone y el resto de sus compañeros no son ningunos tarados. No tienen ningún tipo de problema psicológico, ni sufren tourette, ni son personas inestables emocionalmente hablando. Al menos, no más que la mayoría. Eli tiene visiones, pero es un tipo bastante normal y que lleva, como llevaríamos todos, bastante mal el hecho de sus visiones vengan a interrumpir su hasta entonces bastante plácida vida.
A Eli le fastidia sobremanera el hecho de ser un elegido de Dios. No es algo que quisiera. Es más, aparentemente era una persona bastante poco religiosa y que nunca se había planteado demasiado en serio la trascendencia. Esto le lleva a dudar constantemente del sentido de que él tenga el aneurisma, de que esté ahí, jodido, y de que se le haya ido al garete toda la vida. No le hace la más mínima gracia, al menos de primeras, y de segundas, si me apuráis. Tampoco corre a la iglesia ni se vuelve un fanático religioso. Es más, intenta ocultarlo todo lo que puede porque en el fondo no tiene muy claro cuáles son los designios de Dios, y si tan siquiera ese mismo Dios es real o fruto de su imaginación. O sea, que no es una serie especialmente religiosa, por más que explore la trascendencia. Eli demuestra ser una persona bastante normal, con las mismas dudas, la misma vergüenza y los mismos sentimientos que pudiésemos tener cualquiera. Simplemente trata de vivir con lo que tiene, sin hacer por ello apología de la religión.
Lo más positivo para él es que gracias a su dolencia se reconcilia con un padre al que nunca entendió. Tampoco era cómodo para él que su padre tuviese visiones porque era demasiado pequeño para entenderlo. Sólo veía lo que suponía eso para su entorno, que era bastante devastador. Pero el ponerse en su piel le sirve para entenderle. A lo largo de los episodios aparte de las visiones, que suelen ser bastante cómicas veremos flashbacks a su infancia, a través de la acupuntura. El Dr. Chen, que se convierte en su confidente le ayudará a ello.
Me encanta el papel del Dr. Chen. Estudió filosofía y es el mayor confidente de Eli. Si bien para el resto de sus pacientes es un chino conocedor de técnicas milenarias, con Eli aplica sobre todo la psicología para ayudarle. A veces se le olvida y le sale el acento chino, pero normalmente hablan de igual a igual y se muestra como un tipo muy inteligente y empático. Deja muy claro que lo suyo no tiene nada de mágico, simplemente intenta darle sentido a las visiones haciendo que Eli busque en su interior las claves.
Por eso digo que es complicado saber si es una comedia o un drama. Podrían haber optado por hacer un producto muy delirante exacerbando las partes más cómicas, pero al contrario, han elegido moderarse y que más que ser una serie que provoque la carcajada, sea la sonrisa lo que aflore a nuestros labios. Sientes mucha empatía con él, por más difícil que parezca y aunque haya cosas muy disparatadas, sobre todo el punto de partida, consigues dejarlo un lado para ponerte en su lugar.
Y es que los personajes son muy creíbles todos. Desde Eli, pasando por todos y cada uno de los personajes que componen el bufete.
La secretaria odiaba en lo que se estaba convirtiendo Eli, el modo en el que estaba manejando su vida. Cada vez tenía menos escrúpulos y aunque era mejor abogado, cada vez era peor persona. En cambio, desde que tiene las visiones, ve que sí, que Eli se puede morir en cualquier momento, pero que eso le está haciendo tener una serie de valores que ella no había visto hasta entonces. En parte lo achacaba a Taylor, su prometida, con la que se lleva a matar. Y Taylor es mucho mejor persona de lo que Patti se cree. Quiere a Eli, con o sin visiones, y a pesar de que su vida va a dar un vuelco puesto que supondrá que cancelen su compromiso, va a permanecer a su lado. Ella está a las duras y a las maduras, algo que Patti no es capaz de ver.
Por otro lado, otro personaje que también resulta muy bonito es el de Maggie Dekker (Julie Gonzalo). Es una abogada que se acaba de incorporar al bufete y que colaborará en varios de los casos de Eli después de que éste comience a tener las visiones. Le gusta en lo que se está convirtiendo, aunque ella no sepa el motivo por el cual Eli ha cambiado. Es idealista, una persona íntegra y que todavía no ha sido maleada por el sistema. Representa un poco la inocencia de quien se acaba de incorporar al mundo de la abogacía y quiere cambiar las cosas.
== LA MÚSICA ==
Es definitiva en la serie, porque muchas de las pistas que recibe Eli en forma de visiones vienen en forma de canción. Se le aparece George Michael, escucha grandes éxitos de todos los tiempos. Siempre es importante el mensaje puesto que le da muchas claves. A veces es el mismo título de la canción, otras el momento de su niñez o adolescencia con el que entroncan y otras le sirven para que alguno de sus allegados crea en él puesto que son muy importantes para ellos en modos en los que Eli no podía saber.
Y los números musicales son de aúpa. No son especialmente largos (tranquilos a los que no les guste el género musical puesto que apenas duran unos segundos y no son especialmente reiterativos), pero sí muy significativos. En uno veíamos a toda la oficina cantando Faith, en otro a su cliente vestido de enfermo, o a todos en un prado cantando “Can’t stop de rain”. Son muy curiosos y le hacen tener a la serie una personalidad propia.
== CONCLUSIONES ==
La serie es del 2008, así que lleva relativamente poco tiempo en antena. Sin embargo, está ya en emisión en Estados Unidos la segunda temporada y la sensación es de que ha venido para quedarse. La prueba de ello es que son varias las estrellas de Hollywood que se han empezado a subir al carro de la serie. Se podrá ver en Eli Stone a Sigourney Weaber, Katie Holmes, James Sheridan, Bridget Monayhan o el mismo George Michael. La presencia constante de éste último parece que es debida a que Greg Berlanti, el productor, es fan de él.
Los productores de la serie han cosechado bastantes éxitos en su carrera. Los hemos podido encontrar detrás de series como Dawson crece, Everwood, Cinco Hermanos, Sexy Money o Ley y Orden. Esto y el apoyo de la cadena norteamericana ABC parece augurar un futuro halagüeño para esta serie. Y espero no equivocarme, porque disfruto muchísimo con su emisión.
Me gustaría que no perdieran el rumbo. Tal y como está, siendo una serie bastante contenida, ha encontrado el equilibrio perfecto. Espero que no empiece a degenerar como sucedió con Ally McBeal al final y que los guionistas sigan teniendo muy claro hacia dónde quieren llevar la serie.
Actualmente disfruto mucho con las emisiones de esta serie. Tiene el justo punto de desmadre para que no sea una caricatura, la gracia suficiente como para hacer reír sin caer en lo absurdo y el punto perfecto de laicismo para que no acabe convirtiéndose en un panfleto. Es una serie distinta, pero al mismo tiempo, terriblemente equilibrada y eso es lo que le hace destacar sobre el resto.
Si continúan explorando en esta dirección, me daré por satisfecha. Yo os animo a que os dejéis seducir por Eli Stone puesto que es una grata sorpresa, cuando todo parecía que estaba inventado. Yo ya no puedo volver atrás.