Firmin - Sam Savage


Firmin es de esos libros que se ha vendido de boca a oído. Sin tener a priori una gran campaña de marketing, son sus lectores los que lo han ido recomendando a terceros y así se ha ido haciendo un hueco en nuestras casas.

La puñeta de estas cosas es que un libro condenado a ser leído selectivamente quizás ha ido generando unas expectativas sobre sus potenciales lectores. Y digo que es una puñeta porque no es lo mismo leer cualquier cosa “virgen” que hacerlo esperando encontrar según qué cosas. Si esperamos una obra maestra y lo que nos encontramos es simplemente un buen libro, nos decepcionará, igual que si esperamos un libro normalito y descubrimos que es bueno, pesará más sobre nuestra memoria. Las cosas se inflan y se desinflan según lo que esperamos de ellas. Por eso a veces me gusta leer las cosas sin tener ninguna referencia previa… porque lo que obtengo es pura sorpresa y mucho más cercano a la realidad (al menos a la mía) que del otro modo. Así no puedo evitar compararlo con lo que otros han encontrado en él, en base a un listón previo que yo no he puesto, bien sea por arriba o por abajo.

A Firmin no lo elegí: me lo regalaron. De todos modos, estaba en mi lista de lecturas pendientes, así que supongo que me lo hubiese acabado comprando. Tenía miedo a la decepción, si os soy sincera, y es por esto por lo que estaba tardando más de la cuenta en comprarlo. Varias veces me acerqué a él y otras tantas lo volví a dejar. Pero al final, el destino hizo que se pusiera en mis manos y la decisión no fuera mía.


Las primeras reseñas que leí sobre él eran muy buenas… conforme ha ido pasando el tiempo han ido siendo peores. Como digo, creo que es una cuestión de expectativas, así que intenté dejarlas a un lado y meterme en la lectura sin mayores valoraciones. Sin tratar de juzgarlo como una obra buena o mala a priori, mi objetivo era disfrutar de su lectura y sin duda es algo que he conseguido. A mí sí que me ha gustado, y mucho.

Como ya ha escrito mucha gente sobre él, no voy a haceros una reseña como las que acostumbro, sino que me voy a saltar voluntariamente mi orden habitual. Prefiero ir reflexionando sobre la marcha sobre lo que me he encontrado, sin más historias.

Firmin es la historia de una rata que primero es bibliófaga y posteriormente bibliófila. Primero se come los libros y después los devora en sentido menos literal. El libro nos cuenta su vida, en primera persona, como un monólogo. No creo que necesitéis saber a priori mucho más del argumento.

A mí, de primeras, es un libro que me resultó llamativo porque mi pasión por los libros es sobradamente conocida y es el trasfondo de la novela. Sea rata o no, Firmin es un amante de los libros y por tanto a efectos de identificación resultaba interesante. Nuestro protagonista nace en una librería en los años 60, un lugar elegido al azar por su madre para parir a su extensa camada. Para aquellos que tenemos una pasión casi fetichista por los libros, no hay un escenario mejor y más lleno de connotaciones que éste. A efectos imaginativos, una librería desierta con un montón de volúmenes a mi disposición es uno de los sitios más llamativos que pueden existir. Puedo comprender la emoción de vivir ahí conforme van pasando los días y va adquiriendo conciencia. Incluso su faceta de peeping Tom (el que observaba por un agujerito a la desnuda Lady Godiva), me resulta sencilla de entender. Todos tenemos un voyeur dentro y eso sería precisamente lo que me gustaría ver a mí desde la distancia. La librería, además, me recordó al cementerio de los libros olvidados de La sombra del viento, uno de los lugares con más atractivo para mí de toda la literatura.

Firmin es una rata. Con ella cobra especial sentido la expresión “rata de biblioteca”. No podemos olvidarlo, porque el tiempo es también relativo. Vive una vida en muy poco tiempo humano, de manera que tenemos la sensación de que pasan muchos años cuando en realidad la novela se desarrolla en meses. De este modo, la manera en que adquiere conocimientos es muy concentrada y muy rápida. Pero es una rata. Feo y contrahecho como un animal de su especie, esto es algo que le atormenta.

Y es que Firmin es y no es. Está en medio de ninguna parte. Las ratas no lo aceptan porque su conducta sigue patrones distintos a los suyos, y para los humanos, pese a que técnicamente por su intelecto se parecería más, lo miran como lo que es, una rata. Esto le hará ser un inadaptado. Por un lado está lo que es y por otro lo que le gustaría ser. No soporta siquiera su visión en el espejo puesto que le recuerda su conflicto interno. El espejo le devuelve la visión que los demás tienen de él, y esto no le gusta. Y le recuerda que si bien puede hacer cosas de rata, en el fondo es mucho más dependiente de lo que le gustaría, en su vida como “humano”.

No penséis en términos de ratoncito adorable con Firmin. Por un lado nos recuerdan continuamente cómo es su aspecto y resulta de todo menos tierno. Pero es que además, Firmin es una rata que en muchas ocasiones resulta bastante pedante. Sus referencias constantes a grandes clásicos de la literatura (muchos de los cuales he de confesar que no he leído) hacen que la identificación con él no sea tan fácil como pudiera ser a priori. Nos une el hecho de que necesitamos leer, pero como él mismo confiesa es una rata de gustos burgueses y poco arriesgados. Básicamente se nutre de clásicos y es algo que no oculta.

Pero al mismo tiempo, hay cosas en él que sí que me resultan tiernas, aunque pueda parecer un contrasentido. No es una rata que me caiga especialmente bien, aunque a veces siento conmiseración por ella. Me gusta cómo se fija en los pequeños detalles… el cómo le duele el haberse comido alguna parte de algunos libros y no poder disfrutar de ellos, el cómo intenta animar haciendo trucos de rata vulgar al escritor tocando el piano para sacarle de la depresión (convirtiéndose en una mascota, algo que no cree ser), el cómo disfruta de que el librero dé con un libro escondido.

Hay dos partes en la novela… una contemplativa en la librería en la que fantasea con que le traten en base a su intelecto. Se construye una vida paralela, en la imaginación, que a todas luces es irreal porque Norman jamás verá más allá de su imagen. Habla de lo que nos condiciona la imagen que los demás tienen de nosotros e invita a reflexionar sobre ello. La segunda por el contrario explora sobre cómo por cariño nos convertimos en lo que los demás esperan de nosotros. El escritor piensa que es una rata, y le quiere pese a su aspecto. Obviamente no va más allá, pero Firmin es capaz de ver el amor y la aceptación (que él nunca ha tenido sobre sí mismo) y acepta convertirse en algo que en el fondo tampoco es. Siempre es y no es.

No sé. A mí es una novela que me ha hecho pensar. Pese a todo he experimentado la sensación de ponerme en lugar de alguien diametralmente opuesto a mí, buscando los puntos que siempre todos tenemos en común. Siempre hay algo que nos liga al otro, incluido Firmin. Para mí ha sido un ejercicio interesante.

No sé si es la mejor de las novelas. Eso no lo sé. Pero a mí me ha movido algo por dentro, me ha sacudido su lectura y eso no es algo que me pase todos los días. Así que el tiempo dirá dónde debe ser colocada esta novela, pero de momento a mí me ha conmovido. No quería más y eso es lo que he conseguido.

¿Recomendarla? Sí. ¿Qué otra cosa podría hacer? Pero sólo en caso de que estéis dispuestos a acercaros a ella sin prejuicios que la estropeen y sin esperar mucho. Ya decidiréis más adelante, cuando lo concluyáis qué significado tiene en vuestra vida. No tengáis prisa.

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