Sexo en Nueva York, la película - Michael Patrick King


Llevo varios días intentando escribir la reseña de esta película, enfrentándome sin éxito a la pantalla en blanco de mi portátil. Salvando las distancias, claro. Quitando el nombre de la actriz, que coincide con el mío, poco más nos une, puesto que ni soy tan estilosa como ella, ni ando tan sobrada de dinero, ni mi vida está sujeta a tantos altibajos. Tampoco es un Macintosh mi ordenador. Pero el bloqueo es el mismo. Espero que esta vez sea la buena.

Hay gente que odia que se den vueltas y vueltas contextualizando las cosas y que les gusta que se vaya al grano a la hora de analizar las pelis. Yo, por lo general, soy más bien de las que gustan de situar en un contexto todo porque creo que los alrededores de las cosas ofrecen mucha más información de la que nos creemos. No se trata de “hablar por hablar”. Es sintomático el estado de ánimo con el que nos enfrentamos a ellas, son importantes nuestras expectativas e influyen más de lo que nos pensamos nuestros gustos personales. Así que toda esta información periférica más allá de los meros hechos objetivos creo que sí que importa.

Pero si creo que para la mayoría de las cosas es necesaria, en el caso de Sexo en Nueva York la película creo que es básico. No es en absoluto lo mismo si la que lo escribe forma parte de la horda de fans de la película o es alguien a quien le da un poco lo mismo puesto que la actitud que va a adoptar frente a ella va a ser radicalmente diferente. La dureza con la que la va a juzgar va a ser muy distinta según sea su implicación con la serie y va a esperar cosas muy diferentes que una espectadora ocasional.


En mi caso he de confesar sin ningún tipo de rubor que yo soy una fan bastante fanática. Lo soy de modo social y me explicaré. A modo individual mis series favoritas son sin duda Friends y Anatomía de Grey, de las que tengo todo lo que está en vídeo y que me pongo de manera regular hasta saberme diálogos enteros. Pero Sexo en Nueva York es la serie de mis amigas. Cuando la ponían en el Plus nos reuníamos todos los domingos para verla en casa de una amiga a modo de ritual, semana tras semana y año tras año. Hay quien semanalmente va a misa, pues nosotras íbamos a ver Sexo en Nueva York. Yo luego no lo repetía en privado, pero me la he tragado en innumerables ocasiones y sobre todo es que ha dado lugar a múltiples conversaciones. Digamos que ha sido la serie de nuestra juventud. Lo que nos fallaba es que éramos más que las amigas de la serie, si no, hubiese sido perfecto.

Por eso ir a ver la película se convirtió para nosotras en un acto social más. Elegimos para ir a verla además justamente el día de la semifinal de España contra Rusia, un día que teníamos asegurado el cine prácticamente para nosotras solas. Y efectivamente, así fue. Habría unas quince personas en el cine. La mitad, ya no de la tercera, sino de la cuarta edad, nosotras y un viejo verde que debió ver “sexo” y “Nueva York” y debió pensar coño, qué bien, una subidita de tono en los cines convencionales, porque si no no se entendía muy bien qué diantres hacía ahí solo el buen hombre.

Como digo, nos habíamos pegado muchos años viendo la serie juntas así que era imprescindible irla a ver juntas. ¿Y qué esperábamos? Más de lo mismo. No queríamos otra cosa. Esperábamos algo en la línea de la serie, que había quedado más o menos cerrada y poco más. Cualquier otra cosa nos hubiese decepcionado. No es ese un producto para innovar.

Y es que a las fans de la serie nos habían dejado con las ganas de saber qué pasaba después ¿Continuarían sus vidas igual? ¿Qué ocurriría después? . En teoría después de la serie no iba a haber ninguna película. Era un adiós y hasta siempre. Llevaban muchos años rodando y no tenían previsto rodar más. Pero por un lado estaba la pasta y por otro que el roce hace el cariño y tenían ganas de juntarse ¿he nombrado ya la pasta? La más reacia a juntarse de nuevo era la actriz que hace el papel de Samantha, Kim Catrall que pretendía (cosa lógica) cobrar lo mismo que Sarah Jessica Parker puesto que sin ella la película no había lugar. Al final parece que hubo fumata blanca. No sé en qué condiciones.

La serie había acabado con las cuatro protagonistas, que ya habían entrado en la cuarentena todas (y algunas rozaban la cincuentena) convenientemente situadas. Miranda, la abogada de éxito había descubierto que Steve era el hombre de su vida y disfrutaba de su vida con él y con su hijo Brady. Charlotte, tras divorciarse de Trey McDougall se había casado con Harry su abogado matrimonialista y se disponía a adoptar ante la imposibilidad de tener hijos. Samantha la devorahombres había superado un cáncer y había sentado a la cabeza junto a mister polvazo Smith y Carrie por fin después de diez años de dimes y diretes había descubierto el nombre de Mister Big y parecía que iba a acabar sus días con él.

Este es el arranque de la película. Con un universo estable, con las protagonistas mirando a las jovencitas dispuestas a comerse Manhattan como ellas diez años antes.

El paso del tiempo es algo que queda bien evidente desde el principio. Se notan los años que han pasado desde el comienzo de la serie. Esta evolución se fue notando de manera muy progresiva a lo largo de las seis temporadas de la misma pero es quizás en la película donde se nota el salto más evidente. Yo tuve la suerte de irla viendo conforme la fueron emitiendo, de manera que para mí fue una cosa muy gradual, de manera que puedo dar fe de que si se ve de este modo y no de manera acelerada (una temporada detrás de la otra en un maratón de episodios) ni te enteras de lo que van cambiando. Como además, sus cambios eran los nuestros, realmente ibas entendiendo como se iban serenando así que la cosa se veía como natural. Y el cambio que ellas dan en la película a los cuarenta es el que nosotras mismas hemos dado a los treinta y tantos, así que a mí no me ha extrañado ni me ha parecido forzado. Sin embargo ha habido gente a la que sí que le ha parecido raro. Lo que a alguna gente le parece falta de frescura a mí sencillamente me parece madurez. Conforme te haces mayor van cambiando los temas de conversación. A mí lo que me hubiese parecido forzado es que con cuarenta hubiesen seguido teniendo los mismos temas de conversación en los baños que tenían cuando eran unas crías en la primera temporada. Simplemente es que se han hecho mayores, sus vidas se han estabilizado. Es ley de vida. Es por esto que la película puede decepcionar más a la gente más joven que a la que hemos crecido con la serie… porque hemos crecido en la misma dirección que ellas.

Salvando las distancias claro. Sus contextos obviamente nunca han sido los nuestros. Jamás nos hemos movido en los mismos ambientes de lujo, gasto y clubes. Pero es curioso. Aunque nos separan un montón de cosas, ciertamente siempre hemos sentido que son más cosas las que nos unen. Por un lado está el sentimiento de unión entre nosotras que siempre hemos tenido. La solidaridad femenina y el sentimiento grupal es algo que al menos en mi grupo de amigas siempre ha estado muy presente. En ese aspecto nos hemos visto muy fiel reflejadas. Cuando alguien lo ha pasado mal, nunca le ha faltado alguien que le consolara, alguien a quien llamar a horas intempestivas o alguien a quien acudir. Nosotras también nos hemos reunido siempre regularmente a comer, costumbre que hemos mantenido durante años y que aún frecuentamos, incluso con niños de por medio. Nunca han sido los hombres un obstáculo. También somos un grupo heterogéneo. Más o menos repetimos los patrones que están presentes en el grupo de Sexo en Nueva York, con un personaje al que nos sentimos más afines (por si os interesa, a mí me identifican con Charlotte). Y siempre hemos hablado con mucha desinhibición de casi todo.

Es por esto que es una serie en la que nos hemos mirado como en un espejo. Deformante, si queréis, pero un espejo al fin y al cabo.

Y en estas mujeres de la película nos seguimos viendo igual que nos veíamos en las de la serie. Para nosotras sigue siendo un modelo válido.

Es cierto que no es tan descharrantemente divertida como era al principio. Quizás no tenga golpes tan buenos como tenían algunos capítulos del principio. Le faltará frescura. Pero es que los cuarenta no son tan frescos como los treinta o los veinte. De hecho, me gustan algunas de las miradas divertidas que echa Carrie sobre todo a algunos grupos de jovencitas en las que se ve a ella y a sus amigas hace unos años. Sabe que eso no volverá. Sabe que ya no está en ese punto y que su vida es distinta. Y yo aún así me reí, que conste.

Las gracias son más sutiles. El “dibujar” me pareció muy gracioso. O los guiños a la serie que hacen cuando se empieza a probar los modelitos (entre los que está el tutú que luce en la apertura de los títulos de crédito de la serie) como riéndose de los estilismos de años ha. No son tan abiertos, pero tienen su punto.

Mención aparte merecen los estilismos. La estilista es la misma de la serie y realmente ha conseguido recrear el estilo de cada una. Llenándolo de marcas, por cierto, como Balinesa me ha hecho notar. El catálogo de marcas que aparece es ingente. Y aparecen de manera muy poco disimulada. Ya pasaba en la serie, pero aquí es una cosa muy poco disimulada. A mí nunca me ha molestado y en una película como ésta hasta le encuentro sentido. Como le decía a esta usuaria amiga mía, me molestaba mucho más que me metieran por los ojos marcas que no venían a cuento en series tipo médico de familia en la que trataban de venderte hasta el papel higiénico. Pero es evidente que lo hacen. Una compañera de trabajo me dijo que se había fijado en un cinturón con tachuelas que se ponía Carrie continuamente, combinándolo con todo. Cuando llegó a casa trató de buscarlo en internet metiendo en google “cinturón Carrie Sexo en Nueva York”, dio con él, la tienda donde lo vendían ¡y estaba agotado!. ¡Y esto a los dos días del estreno! Para que tengáis en cuenta el impacto mediático de la publicidad indirecta. También se dejan ver bastante unas sandalias que lleva Samantha en forma de pez, que fijo que también están agotadísimas.

Me gusta la relación que tiene con Louise, de St. Louis (una oscarizada Jennifer Hudson), una historia que aporta bastante y que da frescura a la trama. Me aburren un poco Carrie y Miranda y de nuevo son Charlotte (asustada por tanta felicidad) y Samantha (asustada por ser poco fiel a su naturaleza) las que más me interesan. Es precisamente ésta última y su “no historia” con su vecino lo más subido de tono de toda la película. El vecino es todo un gozo para la vista. Madre de dios, qué cuerpo. Eso debería estar prohibido.

En definitiva, disfruté como una enana, nos lo pasamos bien y fue una experiencia grupal de lo más interesante. De lo más divertido para ir en grupo y rememorar los buenos tiempos en los que éramos más jóvenes y podíamos quedar todos los domingos sin que apenas hubiese bajas.

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